REVOL CIÓ ' DE INGLATERRA.
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tió verificarse dentro de sí mismo su segundo naci–
miento. Este sistema fué por necesidad muy fértil en
hipocresías de todo género, y asi aconteció que, bajo
la apariencias de g rande ascetismo religioso, de tra–
jes, ip.odales, costumbres y palabras de modestia y
compostura extraordinarias, se ocultaron durante lar–
gos años invencibles deseos de libertinaje y de ven–
ganza. Mas cuando la Restauración eman cipó las al–
mas del yugo que se les hacia insoportable y , por
ende, quedaron satisfechos los deseos, volvió
á
co–
menzar la g uerra de otro tiempo con n uevos bríos y
an imosidad y encono incontrastables; pudiendo de–
cirse que no fué de burlas como la primera,
sino
san-.
grienta y mortal; que Jos
motilones
no podí an prome–
ter e más compasión de aquellos
á
quienes persiguie .
ron de la que deba esperar el negrer o de los esclavos
que se levantan contra él cuando todavía llevan en
las espaldas las huellas sangrientas de su láti go.
Tornóse con esto la g uerra entre la literatura
y
el
puritanismo, en g uerra entre la literatura y la moral,
y
excitándose Ja hostilidad con g rotescas caricaturas
de la virtud, no perdonó ni aun á la virtud misma;
siendo, por tanto, insultado y escai:n ecido cuanto
respetaron los beatos
motilones,
y alabado cuanto
proscribieron; y porque mostraron escrúpulos pueri–
les, todo escrúpulo se antojó ridículo; y porque cu·
brieron sus flaquezas y debilidades con el manto de
la rlevocíón, hasta de los vicios más escandalosos se
hizo cínico alarde; y porque castigaron de una ma–
n era inexorable y bárbara el amor ilícito, la pureza
de la muj er y la felicidad conyugal dieron pretexto á .
burlas soeces y chanzas indignas; y porque los puri–
tanos empleaban hipócrita jerga en sus P,láticas, otra
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menos absurda
y
más repugnante la reemplazó en
· boca de los contrarios, y fué que, como aquellos ha-
TOMO
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