REVOLUCIÓN DE JNGLATERRA.
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entonces en el apogeo de la superioridad
y
la gran–
deza, siendo incomparable su gloria militar, pues ha–
bia vencido temibles coaliciones, impuesto la paz,
sometido ciudades populosas y provincias dilatadas,
humillado á los Príncipes italianos y r ecabado de los
españoles la precedencia. Pero si en este orden de co-
as era su rango tan principal, en todo aquello que
caía debajo de la jurisdicción de la elegancia y el
buen gusto ejercía omnímodo imperio; como que sus
decretos se acataban y cumplian sumisamente por
todas las personas cultas y bien nacidas, lo propio en
materias de duelo que de
menuet,
de corte de chalecos
que de casacas, de tamaño, forma y rizado de pelucas
que cte altura de tacones ó de anchura de cintas y la–
zadas. Tampoco cedía la dictadura literaria cierta–
mente á la militar, politica y modista en cuyo ejer–
cicio se hallaban los Franceses, porque la fama de sus
grandes poetas y prosistas llenaba la Europa. ¡,Qué na–
ción, si no, podía entonces oponer á Racine, Moliere,
la Fontainc ó Bossuct rivales dignos en sus géneros
r spectivos't Ninguna desde que se inició la decaden–
cia de Italia y España, y desaparecieron sus ingenios
tan famo os, sin que aun hubieran despuntado en
Al manía verdader os fulgores literarios. Y el brillo
de la Francia era tanto mayor, cuanto que sus claros
varones lucian en medio de la oscuridad relativa que
los rodeaba, ejerciendo por todas estas causas impe–
rio más absoluto sobre la especie humana que logró
alcanzarlo en sus mejores días la República de Roma;
pues si, mientras Roma predominaba políticamente,
no pasaba ele ser en literatura bumildisi.n1a discipula
d
ténas, la Francia reunia, r especto de las nacio–
nes vecinas, al ascendiente que Roma tuvo sobre la
Grecia el que la Grecia tuvo sobre Roma. Y como la
lengua francesa iba tornándose con rapidez en len-