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LORD JliACAULAY.

que obligaba á todos los habitantes á turnar en este

servicio. Pero la ley se cumplía con mucha negligen–

cia. Pocos de los citados abandonaban sus casas, y

esos pocos generalmente encontraban más agradable

pasar la noche bebiendo en las cervecerías que reco–

rriendo las calles (1).

XXXI.

ALUMBRADO DE LONDRES.

Debemos hacer particular mención del gran cam–

bio introducido en la policía de Londres el último año

del reinado de Carlos U; cambio que tal vez ha con–

tribuido tanto

á

la felicidad de la gran mayoría del

pueblo, como las revoluciones de más cuenta. Un

ingenioso proyectista llamado Eduardo Heming ob–

tuvo, por determinado número de años, privilegio .

exclusivo de alumbrar la ciudad de Londres. Em–

pezó, obedeciendo

á

una consideración moderada,

por colocar una luz de diez en diez casas, cuando no

había luna, de seis á doce de la noche, empezando

el día de San Miguel basta· el día de la Virgen. Los

que ahora ven la capital durante todo el ano, desde

que anochece basta que amanece, brillando con un

resplandor en cuya comparación serian pálidas las

iluminaciones de La Bogue y Blenheim, tal vez son–

reirán desdeñosamente al pensar en los faroles de

Heming, que ardían débilmente de diez en diez

casas y durante una pequeña parte de cada tres no-

(t)

Seymour'a,

London.