REVOL UCIÓN DE INGLATERRA.
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un campo que ning ún londinense de aquel tiem–
po acertaba á pasar sin estr emecerse. Allí , como
en sitio apartado
y
solitario, se abrió vein te años
a ntes, cuando la g ran epidemia azotaba la capital,
una
fo
a en la que los carros fún ebres descarg"aban
durante la noche los cadáveres
á
veintenas. Era
creencia popular que de t al manera se habia empa–
pado la tierra de infección , que uo se podía remover
sin inminente riesgo de la vida. Hasta: que pasaron
dos generaciones sin que volviese la pestilencia
y
que
el triste sitio estuvo rodeado de edificios, no se echa–
ron allí los cimientos de una sola casa (1).
Seria error g rande suponer que cualquiera de las
plazas ó calles, en aquella época, tenía el mismo as–
pecto que al presente. La mayor parte de las casas
han sido, si no completamente, en gran parte reedifi–
cadas. Si lo barrios más elegantes de la capital pu–
dieran aparecérsenos como eran enton ces, apar taría–
mos la vista con disgusto de su miserabl e apariencia ,
y
huiriamos de aquella venenosa atmósfera inipreg·–
nada de inmundos miasmas. En Covent Garden, junto
á la casas de los grandes, se había establecido un su–
cio
y
bullicioso mercado . Gritaban las vendedoras de
fruta, di putaban los carreteros,
y
se veían á la puerta
de los palacios de la Condesa de Berkshire
y
del Obispo
de Durham tronchos de verduras
y
manzanas podri–
das en montón (2).
El centro de Li ncoln's Inn Fields era un campo
abierto donde por las tardés se reunía el populacho,
(1) Todos los mapas de Londres, hasta fi nes del reinado de
Jorge 1, traen señalado el Campo de la Peste.
(2)
Véase un cur ioso plano de Covent Gardeu, hecho hacia 1690
y
grabado para la
Historia de We•tminster
de Smith. Véase taro .
hlén el
.llon>ͻU
ele Hogar th ilustrado, c uando aun ocupaba la
.aristocracia algunas casas de la Piazza.