REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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tistas y de los libertinos de la capital frecuentaba su
palacio; todos l©s que !ograban hacérsele agradables,
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podían contar con los buenos oficios de la favorita,
t enían seg·uro el medrar y prosperar en el mundo sin
prestar ning·ún servicio al Gobierno, ni ser siquiera
conocidos de vista de ningún Ministro. Este corte–
sano obtenía el mando de una frag·ata; aquél una
compañía; un tercero el perdón de un.rico criminal;
otro la concesión de tierras de la Corona en muy
buenas condiciones . Si el Rey manifestaba deseo de
que un mal abogado fuese nombrado juez, ó de que un
nobl e libertino fuese creado Par, los más graves con–
sejeros, después de murmurar un espacio, se sometian
á sus caprichos(!). El interés, por lo tanto, tenía cons–
tantemente una multitud de pretendientes á las puer–
tas de palacio, y aquellas puertas estaban siempre de
par en par. El Rey concedía audiencia diariamente y
durante todo el día
á
la buena sociedad de Londres, á
excepción tan solo de los whigs exaltados. Cualquier
~aball ero
podia llegar con la mayor facilidad basta la
presencia del Rey. La corte del Monarca era exac–
tamente lo que indica la palabra. Alg·unos nobles
ven!an todas las mañanas
á
visitará su amo,
á
de–
partir con él mientras le rizaban la peluca y le po–
nían la corbata, y
á
acompañarlo en su paseo matu–
tino por el Parque. Todas las personas que habían
sido presentadas en forma, podían, sin invitación es–
pecial, ir
á
verle comer, cenar, bailar y jugar
á
los
naipes, y basta podían tener el gusto de oirle contar
cuentos, cosa que hacía con verdadera gracia, refi–
riendo su fuga de Worcester y las miserias que había
(1) Véase la descripción que trae Sir Roger North de có:no
Wright fué hecho juez;
y
la de Clarendón de cómo :::ir Jorge Sa·
vile fué nombrado Par.