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REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.

11'7

augurios del tono en que S. M. hablaba al Lord Pre–

sidente, ó de la risa con que honraba S. M. el chiste

del Canciller privado, y ·en pocas horas las esperanzas

y

temores inspirados por tan leves indicios llegaban

A

todos'los café , desde Saint James hasta la Torre (1).

XXXIV.

LOS CAFÉS .

No debemos mencionar los cafés sólo ligeramente

y

de pasada. En aquel tiempo no hubiera sido impro–

pio decir que el café era una de las instituciones po–

lí ticas más importantes. Ningún Parlamento había

durado años enteros . El Consejo municipal de la

Oity

no representaba ya la opinión general del pueblo.

Las reuniones públicas, las arengas, las resoluciones

y

todo

lo otros reclll'sos modernos de agitación aun

no se hablan puesto de moda. Nada semejante á los

actuales periódicos existía. En tales circunstancias

eran los cafés el órgano principal de la opinión pú–

blica en la Metrópoli.

Habia fundado el primero de estos establecimien–

tos, en tiempo de la República, un comerciante de

géneros de Turquía que, en su frecuente trato con

los mahometanos, tomó grande afición á su bebida

11)

Lns fuentes

á

que he acudido para esta descripción del esta–

do de le. Corte, son demasindo numerosas pnra hacer de cada una

mención especial. Entre las principales figuran los despachos de

B 1rillon, Cit.t.ers. Ronquillo y Adda; los

ViaJe• del Gran Duque

('o me;

los

Diado•

de Pepys, Evelyn y Teonges, y las

llfemoria1

de

-Orammont y Reresby.