REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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brían pelucas negras ó rubias, no menos disformes
que las que ahora usan el Canciller
y
el
Speaker
de la
Cámara de los Comunes..La moda de las pelucas ha–
bía venido de París, como el resto de lo que constituía
el traje del caballero á la moda: la casaca bordada,
los
gu~ntcs
con cadeneta
y
la borla que pendía de
la cinta que sujetaba el calzón corto.
La conversación era en aquel dialecto , que conti··
nuaba siendo alegría de los teatros en- boca de
Lor~
Foppington, mucho tiempo después de haberse aban–
donado en los círculos elegantes (1). La atmósfera era
como la de la tienda de un perfumista, pues el tabaco
en otra forma que no fuese la de finísimo polvo, era
reputado de abominable por los elegantes. Si cual–
quier plebeyo, ignorando las costumbres de la casa,
pedía una pipa, la burla de todos los asistentes
y
las
breves respuestas de los mozos pronto le convencían
de que lo mejor que podía hacer era irse
á
cualquiera
otra parte. Cierto que no tenía que andar mucho, por–
que los cafés con el humo del tabaco tenían el aspecto
de cuerpos de guardia,
y
los extranjeros manifestaban
su sorpresa al ver que tanta gente abandonase sus ho–
gares para tomar asiento en medio de aquel humo
y
de aquel hedor insoportables. En ningún sitio se
fu–
maba tanto como en el café de Will. Aquel célebre
café, situado entre Covent Garden
y
Bow Street, es–
taba consagrado
á
las bellas letras. Alli sólo se hablaba
del mérito de los poetas y de las unidades de tiempo
(1)
La más notable peculiaridad de este dialecto era que en .
muchas p11Jabras la
o
sonaba como
a.
Así, la palabra
•lork
(ci–
güeña), se pronunciaba
1tarh
(fuerte). Véase Vanbrugl1's,
Re!apse.
Lord S underl and era gran maestro de esta
mú1ica co1·1e&ana,
se–
gún la frase de Roger Nortll;
y
Tito Oates procuraba hablar siem–
pre de este modo,
á
fiu de dar se aires de persona distinguida.
Exa·
me1i,
77, 254.