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REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.

119

brían pelucas negras ó rubias, no menos disformes

que las que ahora usan el Canciller

y

el

Speaker

de la

Cámara de los Comunes..La moda de las pelucas ha–

bía venido de París, como el resto de lo que constituía

el traje del caballero á la moda: la casaca bordada,

los

gu~ntcs

con cadeneta

y

la borla que pendía de

la cinta que sujetaba el calzón corto.

La conversación era en aquel dialecto , que conti··

nuaba siendo alegría de los teatros en- boca de

Lor~

Foppington, mucho tiempo después de haberse aban–

donado en los círculos elegantes (1). La atmósfera era

como la de la tienda de un perfumista, pues el tabaco

en otra forma que no fuese la de finísimo polvo, era

reputado de abominable por los elegantes. Si cual–

quier plebeyo, ignorando las costumbres de la casa,

pedía una pipa, la burla de todos los asistentes

y

las

breves respuestas de los mozos pronto le convencían

de que lo mejor que podía hacer era irse

á

cualquiera

otra parte. Cierto que no tenía que andar mucho, por–

que los cafés con el humo del tabaco tenían el aspecto

de cuerpos de guardia,

y

los extranjeros manifestaban

su sorpresa al ver que tanta gente abandonase sus ho–

gares para tomar asiento en medio de aquel humo

y

de aquel hedor insoportables. En ningún sitio se

fu–

maba tanto como en el café de Will. Aquel célebre

café, situado entre Covent Garden

y

Bow Street, es–

taba consagrado

á

las bellas letras. Alli sólo se hablaba

del mérito de los poetas y de las unidades de tiempo

(1)

La más notable peculiaridad de este dialecto era que en .

muchas p11Jabras la

o

sonaba como

a.

Así, la palabra

•lork

(ci–

güeña), se pronunciaba

1tarh

(fuerte). Véase Vanbrugl1's,

Re!apse.

Lord S underl and era gran maestro de esta

mú1ica co1·1e&ana,

se–

gún la frase de Roger Nortll;

y

Tito Oates procuraba hablar siem–

pre de este modo,

á

fiu de dar se aires de persona distinguida.

Exa·

me1i,

77, 254.