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LORD MACAULAY.

ban de lodo de pies

á

cabeza, y mientra con id raba

exta iado la magnífica proce ión d l lord 1ayor. lo

ratero exploraban con toda tranquilidad lo bol illos

de su inmenso gabán . Laclrone marcados dc.l látigo

del verdugo, eran para él los má amable caball ro ;

las pintadas mujerzuela , hez y escoria do Lewkn r

Lane

y

Whetstone Park, eran para ' l condesa

y

da–

mas de honor; si preguntaba por dónde s iba

á

aint–

James, lo enviaban

á

Mile -End;

i ntrab

en una

tienda, en seguida le presentaban lo que nadie quería

comprar: bordados que ya habían pa ado de moda,

sortijas de metal y reloj s que no andaban.

'i por

casualidad llegaba á entrar en un

ca~·

elegante, muy

luégo era blanco de las in solencia de lo petirn tres

y

de la aun más grave burlas de los

tudiante .

Furioso y mortificado, reg resaba entone s á su hogar,

donde con el respeto de u

colono

y

la conver a–

ciones de sus alegres compañeros, olvidaba la burlas,

las humillaciones

y

los di gustos qu había sufrido.

Allí creia de nuevo ser magnate,

y

no concebía nada

que le fuese superior, excepto cuando en el tribunal

tomaba a iento en el banco al lado del .Juez ó cuando

en las revistas de la Milicia desfilaba por delante del

lord Lugarteniente.

XXV.

DlFICULTAD DE LOS VIAJE

La causa que ¡¡rincipalmente se oponía á la fusión

de los diferentes elem ntos de la sociedad, era la ex–

tremada dificultad que hallaban nuestros antepa ados

en trasladar e de un Jugará otro. De toda la inven ,

ciones, á excepción del alfabeto y de la imprenta, las