&EVOLUCIÓN DE I GLATERRA.
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generalmente eran tirados por bueyes (1). Cuando el
príncipe Jorge de Dinamarca visitó el mag·nifico casti–
llo de Petworth, como el tiempo estaba lluvioso , tardó
seis
horas en andar nueve millas, y fué necesario que
una mul titud de forzudos paisanos se pusiese á cada
lado del coche para impulsarle. De los carruajes de
su séquito, unos volcaron y otros se hicieron pedazos.
Se ha couservado uua carta de uno de los caballeros
á su servicio, en la que el infortunado cortesano se
queja de que durante catorce horas ni una sola vez
pudo apearse, á excepción de cuando el coche se vol–
caba ó se enclavaba en el lodo (2). Una causa, la prin–
cipal, del mal estado de los caminos, parece haber
sido el defecto de la ley en este punto. Todo distrito
rural tenía obligación de componer la parte de ca–
mino comprendida en su término, para lo cual los
paisanos estaban obligados á trabajar g ratuitamente
durante seis días al año . Si esto no bastaba, se paga–
ban jornaleros, y el gasto se distribuía proporcio–
nalmente entre todos los vecinos.
aclie desconoce
cuán injusto era exig·i!; que el camino que unia dos
grandes ciudades que mantenían entre sí activo trá–
fico, fuese sostenido á expensas de la población rural;
y esta injusticia se hacia más notoria en la gran
carretera del
orte, que atravesaba distritos muy
pobres y muy poco habitados,
á
pesar de poner
en comunicación ciudades muy ricas y populosas.
Era sobremanera injusto exigir que los pobres paisa–
nos del Condado ele Huutingdon se obligasen
á
man–
tener en buen estado el camino que exigía constan–
tes reparaciones por el g ran tráfico entre el West
(1 ) Postlethwaite·s,
Dictionary .
Art.
Cami1101. Histút"I/ o( Ha.-–
wkhurst
en
la
Bibliotheca Topog,.aphica B,.itannica.
(2)
Annala o{
Queen An116,
1703. Apéndice núm . 3.