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sensaciones?. . . A ser lo últin1o éste sólo podría ser Llaktan Manay (e!

dolor errante), el

flautista cuyas notas hacían enfermar ei almn. Pero

él no estaba en el Imperio y quizás, sí, ni en el mundo; mas, ¿quién si no

él, podría hacer sonar una flauta como ahora sonaba? ...

La quena se había detenido y la Luna estaba · ahora en nubarrones

opacos y siniestros. Chasca adivinaba el camino entre

~as

peñas y sal–

taba hábilmente; pero, al llegar al río, divisó sobre unos peñones · de la

parte más alta una figura humana. Se acercó a ¡¿nos veinte pasos y cuan–

do observaba desde los arbustos y las hojas silvestres, la luna , cayendo

de lleno sobre el hombre, !o iluminó como una lluvia de plata, cayó so–

bre su desgreñada cabellera, se escurrió sobre las telas de sus hombros,

hizo líneas de sombra en los pliegues del vestido deshecho y proyectó

su cuerpo sobre la et;¡orme peña. El hombre miraba a la profundidad del

río que se extendía a sus pies como un enorme chorro de plata; mas, . al

ver la luz, volvió a llevar a sus labios la :flauta, rasgaron los carrizos .

el silencio de la noche. y la s notas

dolorida~

fueron posándose sobre las

co~as,

mientras, abajo, el

río seguía despeñándose, bajo

la

luz silente

de la Luna. El desconocido dejó oir su canción:

La Queja de Llaktan Manay por su Prometida

Quena que cantas mi dolor)

flauta que lloras mi canción;

esta maiiana,

fresca y lozana,

se marchó al monte

y se perdió en la vana

curva del horizonte.

Yo la busqué en el carrizal

· ¡pero no estaba! ...

Tal vez fué el puma que manchó

. de sangre roja como el sol

su blanco traje,

cuando soñaba por ·su mal

bajo las frondas del paisaje.

Yo desde entonces con mi amor

la voy buscando:

flauta que cantas mi dolor,

quena que lloras mi canción:

seguid soñando ...

Chasca se había acercado insensiblemente hasta Llaktan y cuando el

joven hubo terminado, volvióse a Chasca, que le decía suavemente, como

si musitara una oración ante su ídolo:

-Hábil artista, el único que ha hecho llorar al Inca, el que sin báculo

y sin carga sentóse en el palacio de los hijos del Sol, \predilecto de los

príncipes, ensueño dulce de las vírgenes del reino, ¿cuándo volviste de

tu viaje?. . . decían los pastores que el Padre Sol te arrebató de . su Im–

perio para que tocases en sus divinas mansiones. Decían las ·mujeres dél

Norte, que la Luna te había desterrado, para que no hicienl.s morir tle

dolor a los hombres con tu canto ... los pescadores decían que te habían