1
•
-30-
Este sacerdote tenía en su poder los retratos de varios incas, poemas
yaravíes y también el poema Ollantay. La primera versión española fué
la de Barranca en 1868, publicada en Lima, traduciéndola al francés en
1878 don Pacheco Zegarra.
·
.
El padre Mossi lo tradujo en verso, notándose el propósito de conser-
var el mismo espíritu, pues repite según la c
ostumbre los gerundios. El
argumento del poema Ollantay
e S
el siguiente,
toma.dode la obra de Pa-
checo Zegarra:
,
" El Imperio de los Incas se encuentra bajo el poder de Pachacutic,
que subió al trono hacia mediados del siglo XIV.
Uno de los personajes más eminentes del reino .en esta época, es Ollan–
tay, gran jefe de la provincia de los Andes, quien, por su valor, su ta–
lento y sus hazañas, se ha elevado de la condición de oscuro vasallo, a
un punto tan alto, que sóÍo la dignidad real lo supera. Este guerrero va–
liente, no sólo obtiene el favor del monarca, sino que llega a ser el objeto
del amor de Estrella, la hija predilecta del soberano.
La reina Anahuarqui es la única que desc'ubre los lazos culpables que
ya unen a los dos amantes; su amor maternal muévela a ocultárselos a
Pachacutic, cuya severidad aleja toda esperanza de perdón; una ley inexo–
rable prohibe en absoluto que la sangre de los descendienies del Sol se
mezcle con sangre extraña.
'
Pero la pasión y la osadía de
1
Ollantay no tiene límites y un día el
héroe pide al rey la mano de su hija.
El 1nca oye con asombro las temerarias pretensiones
~e
su favorito;
y fiel observador de la ley de sus mayores le responde con una negativa
resuelta y altanera. Herido en su amor propio y en su orgullo, y seguro
de perder el favor real, Ollantay resuelve rebelarse contra Pachacutic y
huye a la provincia de los Andes, donde el afecto y la fidelidad de sus
súbditos le ofrecen asilo seguro contra la cólera del rey.
·
Los andícolas, en efecto, no sólo abrazan su causa con entusiasmo,
sino que en el acto lo proclaman rey, convirtiendo la antigua fortaleza
de Ollanta en el castillG de Ollantay
_y
haciendo de ella un baluarte inex–
pugnable contra el Inca del Cuzco.
Así
transcurneron diez años, hallándose el país como en estado de
sitio.
Pachacutic pierde la esperanza de recobrar el más bello florón de su
corona y baja al sepulcro después de lnber sufrido Ojo-DE-Piedra· (Ru–
míñahui), el
jefe principal de sus ejércitos, una derrota que parece ase–
gurar la dominación de Ollantay en
los Andes. Ojo-De-Piedra, hombt'e
cuya constancia raya en la temeridad, medita entonces una estratagema
tan ingeniosa como terrible, a fin de someter a su adversario.
Preséntase un día ante éste
1
lleno su cuerpo de contusiones y hendas,
fingiendo haber sido condenado al tormento por orden de Tupac-Yupan–
qui; sucesor de Pachacutic, a causa de la derrota sufrida, e implora -la
·eompasión de su enemigo, solicitando asilo bajo su propio techo. Com–
padecido Ollantay de su antiguo compañero de armas, lleno de genero-