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sidad y m'ovido a lástima por el
lamentable estado de aquél, concéd'el e
una leal y franca. hospitali.dad. Ojo-De-Piedra, gracias a su refinada as–
tucia, gana muy pronto la confianza ilimitada de su protector, y la apro–
vecha en el momento en que la solemne fiesta del Sol le ofrece ocasión
propicia para consumar la traición que mcsdita.
Favorecido por la noche, abre a las tropas del
rey
de Cuzco las puer–
tas de la fortalE:zaJ y hace que los rebeldes sin excepción alguna, sean
cargados de cadenas y conducidos a presencia del anti guo soberano. Este
ordena al punto que Ollantay
y
sus principal es cómplices sean precipita–
dos al fondo de un espantoso c;tbismo, c;astigo que era uno de los más
terribles entre los que estaban en uso en el imperio. Pero, in&pirándose
en un sublime sentimiento de clemencia, en el mismo instante en que los
condenados marchan al lugar del s4plicio, detiene el fúnebre convoy, man–
da que sean todos puestos en
libertad y pronuncia la sublime palabra
de perdón absoluto, que Ollantay y
los demás oyen admirados, derra–
mando lágrimas de gratitud. Aun hace más Tupac-Yapanqu i; devuelve a
los rebeldes todos sus antiguos honores y títul os y ll ega hasta del egar
en Ollantay el poder soberano pa ra qu e quede a l fr ente del Imperi o du–
rante su ausencia y sus conquistas en la provincia de los Collas qu e lo
obligan a abandonar la · ciudad del Cuzco.
Durante el largo período de la rebelión nada se sab e de Estrella. En
este tiempo una bella niña se crió en el palacio de las Vír genes del Sol.
Paseándose una noche por las desi ertas calles del jardín del palacio, Bella,
que así se llamaba la niña, oyó los gemidos de una mujer desolada, y
aunque estos gritos de dolor la llenan de espanto, movid a por mi sterioso
presentimiento, salva todos los obstáculos y l0-gra descubrir el siti o de
donde salen los lamentos. Este sitio es la estrecha y secreta cave rna que
sirve de prisión a Estrella.
Esta desgraciada había sido, por decirl o así, enterrada en vi da por
orden de Pachacutic, más severo monarca qu e ti erno padre.
Estrella, por maternal instinto, reflexionando en la edad de s u hija y
aí oír su nombreJ la conoce y estrecha en sus. brazos, después de separa–
ción tan larga, al fruto adorado de su amor con Ollantay.
Bella lamenta la. espantosa situación en que encuentra a s u madre, y
desde este instante sólo tiene un pensamiento: sacarl a de tan tr iste estado.
Mientras tanto, verifícase
la captura de Ollantay y
los otros aco nteci–
mientos
que
acabamos de reseñar.
Bella elige el memento en que el corazón de Tupac-Yupanqui, rebo–
sando de magnanimidad,· perdona sus enemigos, para correr a arrojarse
a sus pies y pedir gracia para su madre. El Inca, conmovido por el dolor
y
la belleza de la muchacha, accede a sus deseos y se deja conducir por
ellá, seguido de Ollantay, del gran sacerdote y de otros personajes de
su corte, al sitio en que yace Estrella, próxima a expirar bajo el peso
de su desgracia.
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Los cuidados que todos se apresuran a prodi ga r · a la infortunada, la
emoción de Tupac-Yupanqui al volver a ver su hermana,
la profunda
alegría áe Ollantay al encontrar a su amada después de tantos años, la