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dialecto. Esto se debía al temor que tenía la señora de expre¡¡arse mal en

presencia dfl personas extrañas; pero lo esencial era entenderse ambos.

Anotaré otra causa de índole sicoló2"ica: En algunos pueblos del

Centro ha desaparecido los dialectos, o no se habla, y si hay alguno que

entiende no lo habla tamp0co, temiendo el reproche de los que le escu–

chan, temor quizá en algo semejante al rubor cándido del serrano en

Li–

ma de no querer recordar aires musicales del terruño; pero en tratándo–

.se del priiner

c2

so, es muy provecho5o para impulsar él interés de ha·

blar eastellano excliusivamente.

Hay pueblos, pues, donde no se acepta ni se habla ya dialectos, prueba

que se baten en retrada; y que si en un tiempo existieron, la cultura y el

renovamiento espiritual de la juventud van eliminándolos del cam;>o

idiomático, y sólo quedará el recuerdo de ellos, por que el castellano

mal que bien se impone siempre y lo demás no será sino cuestión de

perfeccionamiento sistemático.

Al rezago que dejara los dialectos se · debe

~in

duda, algunas sá–

tiras folkl é rica'> provenientes de los primeros tiempos cua ndo él cas·

tellano pugnaba por entronizarse totalmente en dichos lugares, asimi–

lándese al castellano ciertos ·giros de construcción quechua o dialec–

tal. La tral'iición ha conservado como cosa curiosa; pero es evidente

que en el fondo revela el valor lingüístico de mi afirmación. Entre mu·

chas, hay la siguiente: Un poco de nlsperos me melcapara, toro hora tal

vez me micanara, por: llevaré un poco de nísperos de fiambre a la corrida,

quizá

m~

dé hambre. Como se vé, en esta construcción netamente dialec–

tal. se resumía palabras; los sustantivos quechuas: mllcapa u micanau em–

pleados como verbo s en modo subjuntivo; y los sustantivos castellanos:

toro y hora sin enlace de

preposicio~1es

ni artículos.

Todo esto que tuvo algo de verdad, ya no se repite en la

actt~ali­

dad, sino en son de burla, o mero despecho para hacer alusión que en

pueblo castellanlsta no es 11racia hablar así, y lanzan entrt> tantas, otras

no menos ctJriosl\s, como estas: Yo.pachcara la llucha; En la muela del rlo

e~taba

cuntindo tu

cuthi, por las frases: "Yo saltaría la ave–

nida", y "En la orilla del no estaba hozando tu cerdo", En la última frase,

el verbo quechua cuntl,

s~

ha empleado en gerundio , pero sin diptonga–

ción, defecto muy corriente, como se ha dicho, de influP.ncia dialectal

y el mal uso de muela como una rémota metáfora de ribera u orilla.

Hablando de la poesía lírica nacional, diremos que al sentimiento

autóctono que tiene el uaraul mestizo, no ha podido, penetrar sin embar–

go letras quechuas, al menos que yo conozca; y si hay alguno que otro,

no se propaga porque pocos lo cantar!an con letras quechuas neo-índi–

cas y con sublimidad castellana. I esto

~e

debe tal vez a que "la Litera

tura y len¡¡-uaje usual quechua es relativo y basta sólo en lo que se refie–

re a la agropecuaria e industria¡¡ aborí¡renes; música y literatura nacen

de su a¡rrarismo" con "placidez vir¡riliana", couw dice el Dr. L. Alberto