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algunos
QQUithua,
como el padre Holguin y el Dr.
Urte~ga
secundado
por otro religioso
(?).
El padre !rala publicó tambien su vocabulario "Quechua-castdlano–
quechua", siguiendo el desacuerdo a su vez con el p<idre Ráez en lo refe–
rente al nombre del
idioma que nosotros siempre le llamaremos dla·
lecto.
En las «Melodias Religiosas» del padre Jorge hay la impresión de
que
~>u
franciscana im pi ración no ha resistido la tentación de promiscuar
versos castellanos y Quechuas, es decir, a la
invasión del castellano ya
para hacerlos fluidos y agradables al oido, o ya para darle facilidad en la
.eomprensión, lógicamente s uponible, po r que es para gente que conozca
por su puesto castellano y dialecto. Según este padre se hizo para 300
niños del Catecismo; pero notaba el Padre Jorlle que aquellos que sa–
bian el castellano, preferian hact'rlo en
él.
Lo natural habría .s1do e::se·
ñarles a la totalidad en castellano unicamente.
Vamos a citar dos de estos versos:
Huaccballaipi callaspaimi,
lJulce Jesus de mi vida:
Ccam Dios nita piñachiqui,
Con mi conducta perdida.
Mana huanacc callaspaimi;
Mucho iOh! Dios te he ofenjidn:
Hinatapas hauarillahuay,
Que ya vengo arrepentido.
A
estos cuartetos nomina el padre Jorge "misti" o "mishti", en el
Cenh<>, por alternar dos pies de verso qu echua con dos de castellano y
que probablemente es una degen eración de la palabra cast ellana, mestizo;
pero bien se nota en ellos la tendencia del castellano hacia la absorción
de los dialectos.
A
medida que avanza más la imposición del castellano en otros ver–
sos, es de advertir Que apenas el último pie de verso quechu 'l se ha
~os
tenido
m~diante
una
fu~Zaz
complacencia, como en el sigu.iente terceto:
iAy! ojos negros de mi vid a,
contigo me van celando;
Clluncullay, mana imamanta.
De todo lo expuesto se desprende qu e el esfuerzo de los Quechuis·
tas ha sido y acaso por siempre inú til a
toda tentativa del reiuveueci·