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4q-uí doy fin, Señor y amigo, á mis cortas y
tal vez, en parte, infundadas observaciones. Usted
las estimará en lo poco que valgan. Repito que
me es sensible no poseer un ejemplar de sus " Es–
tudios etit¡wlógicos," para aumentar en algo el
contingente de voces quichuas del Ecuador con
qu~
desearía contribuir
á
sus imp@rtantes disquisi–
ciones, en materia tan abstrusa como la lingüistica.
Y debía terminar mi carta, demasiado ex–
tensa ya; pero he de añadirle todavía algunas
páginas, con el intento siempre de cooperar al in–
teresante trabajo de usted.
Creo que no será fuera de propósito una bre–
ve comparación de palabras zapotecas y huaste–
cas, con las quichuas respectivas, y la voy á ha·
cer en este. lugar; pues tengo,
felizmente~
á la vis–
ta unos vocabularios de esos idiomas de Mé.x:ico.
La semejanza de estas voces manifiesta que el
quichua y esotras lenguas han provenido de la
misma fuente [en época remotísima, sin duda];
pues, á pesar de haberse hablado, respectivamen–
te, en comarcas
distantes~
sin comunicación al–
guna, durante muchos siglos, conservan todavía sí–
labas, y aun vocablos, comunes; de lo cual no pue–
de menos de
inferi~se
que el primitivo manantial
de estos idiomas fué uno sólo, aunque de caudal
escaso
y
apenas suficiente para la expresión de lo
más rudimentario y preciso, entre gentes que só–
lo trataban de darse á entender sobre las necesi–
dades físicas de la existencia. Después de ramifi–
cada el habla común, mediante la emigración de
algunos grupos de la familia á países distintos,
prosperaron,
naturalmente~
las ramas, se enrique–
cieron, diré.1<> así, con nuevo y abundante follaje,