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arremetiendo, fusil en mano, contra el ene–

migo. Ballivián, lo ascendió a coronel y le

impuso, al mismo tiempo, la pena de arres–

to "por haber

abando~ado

su batallón, para

ir a batirse sin orden superior".

Ballivián y Belzu fueron amigos. Pero

a poco de haber subido al poder el vencedor

de lngavi, la amistad se transformó en odio.

¿A qué se debió tal mudanza? se pregunta

uno 'de los biógrafos. La historia no dice

nada. La animadversión se trasmitió, empe–

ro, hasta la segunda y tercera generaciones

y se extendió a los partidarios de ambos

caudillos. Ahora se sabe el por qué: "estan–

do en Oruro Ballivián, y Belzu con él, un

día tal Ballivián lo envió en comisión lejos

de Oruro, quedando en la ciudad la esposa

del segundo; repentinamente regresó dos o

tres días después Belzu a su

hogar~

y en–

contrando en él a Ballivián, le disparó su

pistola, sin alcanzarle; esto hace v·er que

el héroe de lngavi, hacía de Tenorio y des–

de entonces el uno no perdonó jamás al otro

el haberle separado de su consorte, y el otro

tampoco podía olvidar el balazo ... ".

Ballivián, desconfiando de Belzu, lo alejó

a Cobija dándole el nombramiento de Pre–

fecto, de donde lo trasladó en 1847, como

comandante del ejército que cubría la fron–

tera del Desaguadero. Desd-e el sitio de su

nuevo destino, Belzu se trasladó a La Paz,

en uso de licencia; pero como no se resti–

tuyera a tiempo, Ballivián lo hizo citar a

su palacio. Dióle a conocer un anónimo que

acusaba a Belzu de conspirar en conniven·

cia con los pueblos del sur, añadiendo al–

gunas reconvenciones. De su parte, Belzu

echóle en cara su conducta

des1~al.

De las

palabras se fueron a los hechos y se trabó

una lucha con- arma blanca; Ballivián que–

dó herido. A Belzú lo condujeron a Obra–

jes, en calidad de arrestado y como último

soldado del Batallón

5".

Era el atardec-er

del 5 de junio de 1847.

Fácil le

fué

sublevar el batallón en la

misma noche y llevarlo a La Paz, para cer–

car el palacio de gobierno y apoderarse de

Ballivián. Fracasado su propósito, se dis-

ponía a huir. En tales instantes, el general

Mariano Ballivián, hermano del Presidente,

le aconsejó: "Loco, estás perdido: huye",

y le arrojó su capa. Belzu, favorecido por

la soledad y

d

silencio de la madrugada,

se alojó en la casa del indio Pedro Mamani.

De allí salió el día 19, arreando un rebaño

de llamas, para dirigirse a la finca "Cuya–

vi", situada a orillas del Titicaca. Por la

noche, atravesó en una balsa el lago, bus–

cando asilo en tierra peruana, d·esde donde

seguiría conspirando.

Pasaron dos años. Belzu llegó a la pre–

sidencia de la República. Tenía 41 años de

edad. "Era de estatura más alta que baja

y de esbelto y airoso continente. Una espesa

barba negra circundaba su rostro moreno,

verdadero tipo árabe, que hacía más atra–

yente la mirada altiva a la vez que lángui–

da de unos ojos vulgarmente llamados dor–

midos". Las injusticias sociales, la arro–

gancia de los que s-e llamaban aristócratas

y la soberbia de los ricos, influyeron en su

carácter: "se volvió malo". Añádase la es–

pina clavada en su alma desde que su

hogar quedara deshecho para siempre. Esto

1e impulsó a la venganza, buscando el cari–

ño de la plebe, la que hizo que se le llama–

ra "el Mahoma boliviano". De su parte, los

indios, fanáticos partidarios suyos, llamá–

banle "Tata Belzu", cuyo retrato tenían

constantemente , iluminado por luces, como

el d-e un santo milagroso, según asevera un

testigo ocular.

Como gobernante, no pudo desenvolverse

con normalidad a causa de los frecuentes in–

tentos revolucionarios, que, durante los seis

años de su gobierno, pasaron d·e treinta. El

6 de septiembre de 1850, salvó milagrosa–

mente la vida cuando fué atacado en el

Prado de Sucre, y herido con tres tiros de

pistola.

Aquí va uno de tantos episodios que con–

firman la adhesión de la plebe a Belzu. El

12 de marzo de 1849, estalló en La Paz un

movimiento revolucionario cuando el cau–

dillo estaba ausente. El pueblo, de modo es–

pontáneo, atacó a los insurrectos y los de-

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