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y éste le proclamó, el 14 de agosto, presi–

dente constitucional de la República. Dos

meses después, a consecuencia de un aten–

tado de que fuera objeto y luego de haberse

restablecido de las heridas que recibiera,

asumió la dictadura. En 1855, cansado de lu-

char y cumplido su período legal, entregó el

mando supremo

1

después de un plebiscito elec–

toral convocado para designar su sucesor.

Belzu nació en cuna humilde, el 4 de

abril de 1808, en la ciudad de La Paz. Hijo

del artesano Gaspar Belzu y de la mestiza

Manuela Humérez, a los 12 años de edad

se asiló, como lego, en el convento de San

Francisco, donde los curas le ens-eñaron las

primeras letras. Violentado por la vida 'del

claustro, huyó el año 1823 y fué a enrolarse

en el ejército independiente del general

Santa Cruz. Asistió, en consecuencia, a la

batalla de Zepita cuando apenas tenía quin–

ce años. Dispersado el ejército de Santa

Cruz, Belzu anduvo peregrinando de pueblo

en pueblo, hasta que, reconocido por un

oficial amigo de su padre, fué arrestado y

remitido a La Paz, a casa de su madre.

Dos años más tarde, adolescente aún,

formó parte, como amanuense, del séquito

que acompañara al Mariscal Sucre a Chu–

quisaca, donde fué colocado en un minis–

terio. Mas, llevado por su inclinación a la

aventura y a la vida militar, abandonó la

oficina el día que partía al Cuzco el bata–

llón colombiano "Legión", y, siguiéndole

hasta la primera etapa, se presentó al ca–

pitán Salaverry. Allí comenzaba su carrera

militar a los diecisiete años de edad, sin

tener "más armas para luchar por la vida

que el sable, el látigo y el rifle'

1

Cuando, en 1828, se producía la inva–

sión del ejército de Gamarra a Bolivia, Bel–

zu volvió a su patria, y a poco fué destina–

do como ayudante del Batallón

P.

Enviado

a Cobija por Santa Cruz, permaneció allá

algún tiempo; pero deseoso de una vida más

activa, sin pedir permiso a su jefe, se pre–

sentó en La Paz, ante Santa Cruz.

Irritado éste lo mandó arrestado a la for–

taleza de Oruro, donde permaneció hasta

1830, en que lo destinaron, por influencias

del general Ballivián, al Batallón 3

9 ,

en

cuya unidad marchó,

después~

a Tarija.

Conoció en aquella ciudad a ]a hija del

general proscrito Gorriti, que había abando–

nado la Arg·entina escapando a las perse–

cuciones de Rosas. "El joven Belzu sintióse

atraído desde el primer momento por la

niña desterrada, cuyo candor ponía un

halo de luz sobre la frente pensativa". Se

casaron en s-eptiembre del mismo año. De

este matrimonio nacieron Mercedes y Edel–

mira. Ésta fué, más tarde, esposa del gene–

ral Jorge Córdova.

En la primera campaña d·e la Confedera–

ción, actuó Belzu con incomparable coraje.

Santa Cruz, que llegó a cobrarle simpatía

y cariño, llevólo a su lado, como edecán,

cargo desde el cual pasó a ser segundo jefe

del Batallón 4

9

,

a cuya cabeza se batió en

Yungay con valor temerario.

El nombre de Belzu comenzó a figurar

en la historia política de Bolivia a partir

de 1840. Desde entonces se advirtió su gran

influencia sobre los soldados. Poseía los do–

nes peculiares del conductor. Bastaban su

presencia o su palabra para enardecerlos.

El presidente Velasco, que habíale confiado

la jefatura del Batallón 7

9

,

"Rifles", te–

miendo por su ascendiente sobr·e las tropas,

lo hizo tomar preso después de la caída de

la Confederación y lo confinó al Beni. A

partir de aquella hora, Belzu, aguijado por

la sed de venganza, conspiraría sin cesar. Y

conspiró, envuelto en el torbellino de la po–

lítica. Cuando la campaña de lngavi, hizo

un paréntesis. Incorporado en las tropas de

Ballivián, batióse como un auténtico héroe,

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