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ver a la vida privada, para no ser jamás

objeto de los celos, de la envidia y de los

odios personales" (Breve Exposición del

General Guilarte. -

Arequipa,

1848).

El_general Guilarte·pasó por el gobierno

como un relámpago. Apenas pudo inaugu–

rar su gobierno con un decreto de amnistía,

convocar al pueblo a elecciones y nombrar

al general Ballivián ministro plenipotencia–

rio ante el gobierno de Chile.

Nació en La Paz el

5

de octubre de

1805;

hijo del español Miguel Guilarte y de la

criolla Lorenza Mole.

A los dieciocho años de edad, abandonó

las aulas d-el Colegio Seminario para incor–

porarse como soldado al ejército del gene–

ral Santa Cruz, que partía de La Paz, en

1823,

prosiguiendo su campaña de los In–

termedios. Combatió por primera vez en la

batalla de Zepita, el

25

de agosto de dicho

año, en la cual fué ascendido a subteniente.

A partir de entonces asistió a varias ac–

ciones de armas hasta la terminación de la

guerra de la independencia. Constituída la

República, fué uno de los organizadores

del ejército nacional, en cuyas filas conti–

nuó hasta caer herido y prisionero en Yun–

gay. Internado en Huaraz, trató de seducir

al batallón chileno "Matucana", para pro–

clamar nuevamente la Confederación; pero,

descubierto, tuvo que fugar por una ven–

tana del cuartel con varios prisioneros, en–

tre los que s-e hallaba el oficial Juan José

Pérez, y refugiarse en una de las haciendas

de la región, donde trabajó como peón para

ganarse la vida.

Más de un año vivió así, antes de poder

repatriarse y volver al ejército. No asistió

a la campaña de lngavi debido al mal es–

tado de su salud; pero, deseoso de contri–

buir a la defensa de su patria, renunció a

sus sueldos "para que con ·esos fondos fue–

ran armados

25

lanceros". Este gesto fué

recompensado por el vencedor de lngavi

otorgándole el grado de general de brigada,

"como premio a su abnegada y d·ecidida

colaboración".

El presidente Ballivián lo nombró, des-

pués, represtntante de Bolivia ante la Corte

Imperial del Brasil, en

1845,

y luego mi–

nistro plenipotenciario ·en el Paraguay. Más

tarde, cuando se había retirado a la vida

privada, fué llamado nuevamente para asu–

mir la cartera de Guerra; y luego la presi–

dencia de la República, que le ocasionó,

como ya se ha visto, su ·expatriación al Perú.

Desde su asilo, envió una carta abierta, con

fecha

17

de enero de

1848,

al general Ba–

llivián censurando acerbamente su conducta

por haber pret·endido sacrificarlo mezclán–

dolo en una intriga: "Dejó usted prepara–

do el terreno -le c:lecía- para una reac–

ción, y para que en el cataclismo político

que habría de sobrevenir a la anarquía de

tres caudillos (Velasco, Belzu y Guilarte)

que se disputarían la

tajada,

usted fuese el

ángel tutelar que invocase Bolivia".

Pero el año

1849,

olvidando los términos

de su carta y sus propósitos de volver a la

vida privada, Guilarte apareció en el puer–

to de Cobija y sublevó la guardia en favor

del general Ballivián. Al siguiente día, el

8 de junio, la tropa que él sublevara reac–

cionó, encabezada por dos sargentos, y lo

acribilló a balazos en la casa de gobierno...

GENERAL MANUEL ISIDORO BELZU

(1808 . 1865)

El caos revolucionario en que fuera su–

mido el país a la caída de Ballivián, tuvo

su epílogo en la batalla de Yamparáez (6

de diciembr·e de

1849),

entre eÍ ejército

del presidente José Miguel de Velasco y

las tropas revolucionarias acaudilladas por

el general Manuel Isidoro Belzu, con resul–

tados favorables para los insurgentes. En

cons-ecuencia, Belzu asumió el Poder, y

atrajo a su causa la simpatía del pueblo

para levantar la bandera que él llamó de

la democmcia; al mismo tiempo tuvo que

entrar en lucha con los partidarios de Ba–

llivián (los "rojos"), que pertenecían a la

aristocracia, así como con los de Velasco,

manteniéndos-e desde ese momento en per–

petua campaña contra sus adversarios.

Al año siguiente, convocó a un congreso,

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