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EL PAPElj

DE LA COMUNA

PACEÑA EN DEFENSA DE LAS

LIBERTADES PUBLI CAS

por

VICENTE FERNÁNDEZ

Y

G.

P

ARA

comprender mejor el proceso del

municipio de la ciudad de La Paz

y la influencia que ha tenido en la

defensa de las libertades públicas, es ilus–

trativo recordar que su mentalidad y es–

píritu le vienen de las formas primitivas,

aymaras, de la organización agraria incá–

sica, del Cabildo que actuó en la turbu–

lenta época colonial y de su notable des–

arrollo durante la república, factores que

han contribuíd9 a la actual estructura co–

munal.

Milenios antes del descubrimiento ·de

América, en la meseta altiplánica había

florecido y se extinguió la gran cultura ay–

mara, cuyos vestigios apenas pueden dar

una idea trunca de su magnificencia y orga–

nización, pues los monumentos pétreos de

Tihuanacu demuestran que allí ha vivido

un pueblo de singulares dotes y con amplio

dominio de una técnica que sin medios de

transporte logró levantar monumentos per–

durables, que atestiguan su secular gran–

deza.

La primera necesidad agraria ha podido

surgir cuando los primitivos nómadas acam–

paron en las tierras propicias y arraigaron

allí, eligiendo . sitios especiales donde se

reunían para el trueque de productos entre

las comarcas vecinales. Andando los siglos

surgió el "ayllu", sistema agrario de co–

munidad, cuyas líneas generales han sub–

sistido hasta hoy, aunque con las modifica–

ciones que le han impreso la conquista, las

costumbres y la legislación. En estas pri–

migenias actividades debemos encontrar la

raíz de las autoridades como "mallcus" o

jefes, "jilakatas" o mayorales y los "amau–

tas" o sabios consejeros; funciones que hoy

cons·erva la tradición agraria indígena y

que eran específica o indirectamente comu–

nales.

En el régimen de los

Inca~,

que tuvo el

cuidado de conservar buena parte de las

formas agrarias creadas por los kollas, la

propj.edad inmueble era común, y esta es–

tructura comunista occidental no ha sido

superada por el oriente, especialmente Ru–

sia en las experiencias que inició con la re–

volución de 1917. En efecto, tiene un fon–

do de sabia

1

previsión social el reparto de

las tierras para el culto del Sol, para el

Inca y para las necesidades del pueblo, cu–

ya distribución requería formalidad·es mi–

nuciosas que ejecutaban miles de funcio–

narios y trabajadores en los vastos dominios

del Inca. Todo estaba regulado en esta or–

ganización agrario-comunal: las fechas de

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