palmas y voces. Y luego se desbordó hacia
las calles llevada en las gargantas, en los pe–
chos, hasta en las pupilas, donde había pren–
dido una chispa extraña y para siempre.
El
Himno Paceño:
producto de un golpe
de auténtica inspiración vibrante. De mar–
cialidad inconfundible y contagiosa. A con–
tar de aquel día, se metió en el alma del
pueblo, acompañándole a través d.e todas
las peripecias históricas que a La Paz cú–
pole vivir.
Su ritmo y sus versos, plenos de irresis–
tible sugestión, se convirtieron en un aci–
cate espiritual que habría de sacudir mil
v·eces la sensibilidad popular en las horas
de las
grand~s
alegrías y de las grandes
tragedias. Muchas tiranías fueron abatidas
a los compases de este himno, pues sus ca–
dencias en labios del pueblo tienen la vir–
tud de encender su heroísmo y de condu–
cirle hasta los grandes sacrificios cuando
son supremas las causas.
RICARDO
J.
BUSTAMANTE
(1821-1885)
El cantor de Bolívar. Y sin disputa, la
primera figura entre los escritores bolivia–
nos del período romántico y de los tiempos
iniciales de la República. Y el espíritu me–
jor cultivado.
Acaso ningún literato boliviano logró
el renombre que él, más allá de· nuestras
fronteras: por su talento y su chispeante
imaginación y por el señorío que v·eníale
de familia. El jefe de ésta ejercía, heredi–
tariamente, el alto cargo de Alférez Real,
concedido por excepción a algunas fami–
lias de la América.
Pudo contar con la ventaja de una edu–
cación esmerada. Las primeras letras, en
escuelas de Buenos Aires. Los estudios su–
periores, ·en París, donde asistió a los cur–
sos de Literatura, Historia y Economía Po–
lítica de la Sorbona. Al mismo tiempo, fué
incorporado en una Sociedad Literaria for–
mada por preclaros ingenios de la España
de aquellos días, que vivían en el exilio,
como el erudito escritor y bibliógrafo Eu-
genio Ochoa; como Juan Donoso Cortés,
marqués de Valderrama y notable orador
y publicista; Francisco Martínez de la Ro–
sa, que fué secretario perpetuo de la Aca–
demia Española; Patricio de la Escosura,
novelista y escritor dram'ático; Juan de la
Pezuela, director de la Real Academia de
la Lengua, y otros. En el seno de estas au–
ténticas notabilidades, obtuvo su primer
triunfo cuando una composición suya, "Un
pensamiento en el mar", mereció el honor
.de ser leída en público por Danoso Cortés.
Pero así como iba cultivando su gusto
literario, realizó una labor útil en servicio
de la Patria: tradujo las obras que el sabio
viajero francés Alcides d'Orbigny había
e~crito sobre Bolivia, para hacer conocer su
geografía y sus grandezas naturales.
Y de la patria de Hugo, salió con el es–
píritu ungido de romanticismo. Pero no
fué para volver inmediatamente a la suya,
sino en cumplimiento d.e misiones diplo–
máticas, que le encomendara el gobierno del
general Ballivián, en el Brasil y el Perú,
respectivamente. Cuando, después de veinte
años de ausencia, ingresó en Bolivia, sa–
liéronle al paso los odios políticos: por
haber sido amigo de Ballivián, caído y des–
terrado por entonces. Volvió, pues, a expa–
triarse. Más tarde, regresó nuevamente; pe–
ro como proseguían las persecuciones al
"ballivianismo", le correspondió su parte
en forma de un confinamiento en Mojos.
Por suerte, el presidente Belzu, que apre–
ciaba el talento del poeta y estaba conven–
cido de su inocencia política, lo salvó,
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