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cen que los enamorados, los parientes y los

amigos obsequiosos, cambiaron el gusto y

dejando los ingeniosos aparatitos de car–

tulina y sus recreaciones de papel de seda

y

cintajillos, para la cortesía entre mesti–

zos,

y para los alféreces del pendón de la

.divisa reli.giosa, etc.; apelaron a la costum–

bre en boga, de ultramar, que aún consiste

en remitir a nuestras particulares relacio–

nes tarjeta impresa con nuestro nombre y

.apellido más el augurio de prosperidades

·durante el nuevo año, cortesía que, al pare–

cer, sigue reanimando en dicha ocasión y

.aún en la de Navidad los cordiales vínculos

entre parientes y simples prójimos, en todo

·el mundo, lo que ha traído en el arte lito–

gráfico pr·ensístico esmerada"s preocupacio–

nes industriosas.

Al generalizarse el franqueo de las tar–

jetas postales, en La Paz, más o me–

nos desde hace algo así como cuarenta años,

con la sabida frase impresa que dice

Feliz

Año Nuevo,

sobre toda suerte de escenas

·simpáticas, especialmente la clase media

acostumbra muy poco, -por cierto--, in–

tercambiar con aquel motivo salutaciones

.a

uspiCIOsas.

Mas, lo que las tornadizas modas no lo–

graron modifica:t: ni extinguir, en cuanto al

primero de año, desde que La Paz es La

Paz, viene a· ser la visita de cumplimiento

·del menor al mayor para darle el s·encillo

abrazo en persona. Tampoco el besamanos

:al presidente y su gabinete de gobierno,

o donde faltan

ést~s

al prefecto, pasó de

moda, y ·esto con la sorda protesta de los

covachuelas quienes sienten en lo íntimo

rebajada su dignidad individual con el

obligado cumplimiento de ese deber fun–

cionario, por

~upuesto

anacrónico y antide–

mocrático.

ALACITAS, FERIA MUY ORIGINAL

Desde el año de 1782, es decir que en

1a plenitud de la vida colonial, por un de–

creto del gobernador corregidor Segurola,

1a prehistórica recreación social de los ai–

maras, de

Alacitas,

fué transferida del sols-

ticio de v·erano (21, 22 y 23 de diciembre),

al día de la festividad de Nuestra Señora

de La Paz, que cae anualmente sobre el

veinticuatro de enero.

Si tenemos ·en cuenta que dicha fiesta

primitiva tenía concomitancias magísticas

y en ello nos detenemos, nos saliéramos del

tema que, cuando hablemos de las

Artes

Menores Paceñas,

nos proporcionará opor–

tunos párrafos. Socialmente, la animación

promovida por ella, creció aviv.ada por las

autoridades peninsulares que tenían razo–

nables propósitos de bajar la vista desde la

punta de sus narices para dignarse mirar

al pueblo mestizo y protonativo, desde las

formidables palizas, pánicos, agonías y san–

gre que l-es derramara durante el asedio la

revolución de Tupakj Katari; a esa nueva

política los europeos secundaron muy a mal

de su agrado, y lo que era antes de tal año

algo risible y desagradable por lo atribuído

de malas artes, del diablo católico, con–

virtiós·e, por aquella especie de reconcilia–

ción entre capas sociales, motivo de cita

colectiva a la que concurrían señoronas y

señoritas, cholas y cholitas, y las jóvenes

doncellas aimáricas; de esta lista, las pri–

meras y segundas, en calidad de paseantes

en cort-e, vestidas cqn trajes de crujiente

seda, las más en talle y protegidas las ca–

ras y cabezas mediante antucas; es decir,

que la festividad antigua asumió caracteres

de frívolo, ostentoso y muy simpático

ren–

dez-vous.

Las teroeras, cuartas y quintas,

concurrían también emperejiladísimas, ves–

tidas a todo endomingamient9 pero a la vez

que iban a lujearse, como no paseaban ocu–

.

p~ban

puestos de venta, decimos mal, de

trueque de las cosas de sus seudovendejas,

producto de industria local, por completo

local, con botones de bronce venidos de

Francia.

Era un paseo en el cual la juventud de

ambas líneas y al merecer, hacía su ensayo

del cortejo que en los próximos inmediatos

carnavales asumiría intensidades, muy de

acuerdo, por lo demás, con la época de

verano coincidente. Los caballeros

y

los

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