COSTUMBRES SOCIALES
DE LA EPOCA COLONIAL Y DE LOS PRIMEROS
TIEMPOS DE LA REPUBLICA
por
ZACARfAS MONJE ORTIZ
T
ODAS,
no precisamente, pero la ma–
yor parte de las formas del rela–
cionamiento social, y de las mane–
ras que tendían a la conservación de los
delicados vínculos de parentesco y de amis–
tad, de aquí a cincuenta años atrás, dicen,
nuestros abuelos y padres, que han desapa–
recido por la influencia del intenso aumento
de las cifras demográficas y el brusco en–
sancharse del radio urbano. A ello contri–
buyeron, ade_más, las diferentes formas de
vida aportadas por los forasteros de poca
o ninguna aptitud para incorpor¡;trse al rit–
mo que mantenía en la convivencia la
etiqueta o sea el protocolo de ord,en privado
que, con estrictez, recataba lo estuoso de
los sentimientos de simpatía y, esto era lo
malo, mantenía las desigualdades sociales
que el régimen colonial aparejó e impuso
al arraigo de contados títulos monárquicos
de nobleza más los privilegios que les eran
inherentes.
No queremos negarle a la ciudad de La
Paz, el gentilicio que han manifestado sus
hijos; lo demuestran los sucesores, tal vez
con menos bonachonería que ellos y más
simplismo por la menor emotividad trasun–
tada, pero él existe y se acrecienta por
natural incremento que producen ejempla-
res familias, -las hay por cientos- que
si bien no fatigan ya a nadie con los re–
lumbrones de ejecutorias que la democracia
ha mandado a un rincón, en muy buena
hora no pierden el don de gentes ni las vir–
tudes de los antiguos grandes señores sus.
fundadores, esos hombres que en América,
si nobles
-rara avis-
llegaron, aquí se
ennoblecieron de verdad con el contacto de
los saldos humanos que dejó cruento pro-·
ceso de conquista, pero que conservaban a
pesar de todo la exquisitez de alma y la
luminosidad de pensamiento.
En esta monografía retrospectiva, que
toca el tema de las costumbres vigentes en
el pasado de La Paz dentro de su buena
sociedad, se pretende no la existimación de
ésta sino que toda suerte de lectores se
exulten ante la reviviscencia d·e los perdidos
hábitos que, en el seno de esa grande aldea
con presidente, obispo y revolucionarios.
(de todo jaez éstos), y en su tiempo, hi–
cieron amable la vida de propios y extra–
ños, y en conjunto valen por una de las.
principales razones del constante desarrollo
de su potencialidad demográfica y econó–
mica, y de su propio desuso, ante el cual
todo paceño 'de cepa no deja de vibrar ro–
mánticamente, mal que le pese al sórdid()
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