contra la soberanía popular y contra la dig–
nidad humana.
Pasada esta pausa cívica, el pueblo con–
currió a comicios electorales. El general
Enrique Peñaranda, elegido como candida–
to único, asumió el poder en los primeros
mes·es de 1940. Renacieron ya, para enton-
bierno daba cima a su propósito de asegu–
rar la sucesión presidencial, en medio de
la ambición despierta en varios generales y
en algunos civiles. El terreno de nadie para
estas batallas fué el parlamento, y desde
allí se minó la seguridad del general Pe–
ñaranda. Para ese momento, la censura, de-
Cripta donde se guardan los sarcófagos en que se hallan las cenizas de Murillo
y
·Sagárnaga,
en la catedral de La Paz.
ces, los partidos políticos; actuaban algu–
nos, llamados tradicionales y otros nuevos,
emergentes de la postguerra. Con la cola–
boración de las derechas, el gobierno tuvo
alguna duración. Confrontó situaciones di–
fíciles. La guerra mundial había comen–
zado meses antes, y con este motivo, los
contratos de venta de minerales originaron
violentos procesos de oposición. Hizo el
arreglo con The Standard Oil, sobre la base
de la entrega de
l.
750.000 dólares a la
compañía, y este hecho también vigorizó la
oposición. Se produjo la masacre de Cata–
vi,
c~yas
cons·ecuencias políticas encontra–
ron su clima en La Paz. Agregando nuevos
motivos al ataque y a la resistencia, el go-
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bido a que Bolivia ingresó a formar parte
-de las Naciones Unidas, regía con un celo
que los mismos EE. UU. no habían puesto
para asegurar el triunfo de la causa demo–
crática. Para completar el cuadro, se sus–
pendieron las elecciones municipales, en
la que la oposición podía obtener ventajas
indudables, y se dictó, más con fines de
política interna que de lealtad a las Na–
ciones Unidas, un "decreto de seguridad",
amenazante para la oposición.
Poco antes, no al azar, sino de acuerdo
con tendencias totalitarias, había nacido un
grupo político, audaz y aguerrido. Y el 20
de diciembre de 1943, la ciudad de La Paz
amaneció con la novedad de un golpe de