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maquinismo

y

a los ricos de sorpresivo y

nuevo cuño.

EL

AÑO

NUEVO

Una de las festividades del año, qu·e con

·su poca religiosidad

y

su mucho de con–

vencionalismo, aportaba entusiasmo y cau–

·saba movimiento social entre los paceños

de hace siglos, fué la del Año Nuevo, a la

·cual nos referiremos aquí también por ra–

·zones de método, pues consideradas todas,

.de enero a diciembre,

result~

ser entre las

mismas la primera.

Fundada recién La Paz, la festividad en

sí misma, es decir que el hecho de dar, a

1as doc·e de la noche del treinta y uno de

diciembre, por concluído determinado lap–

-so, y por comenzado otro, no fué novedad

en un concepto netamente aimárico, desde

que en tal y misma fecha, más o menos,

también en el calendario de la raza tenía

principio el mes equivalente al enero cris–

tiano, que es el

paajanu,

el mismo que leído

y entendido tiene todavía suprema expre–

sión más y, oportunidad, nombre por nom- ·

bre, que el primero.

En los primeros tiempos de nuestra exis–

tencia criolla, el comienzo de año por prin–

cipal suceso traía el besap1anos al Corregi–

dor, primera persona del pueblo y feliz

peninsular que representaba al rey. No ha–

bía lo que se llama sociedad, por entonces,

·y los europeos que tenían familia estaban

alejados de ella y los que no, casi por com–

pleto carecían de voluntad para hacerla con

damas aimaras y según todas las de ley,

·se entiende.

Después de consagrado el templo d·e la

parroquia de españoles ( separatividad de

innegable racismo pero eso sí muy euro–

peo), donde hoy se alza la Basílica de

Nuestra Señora de La Paz, el año nuevo

sonaba por causa del

Te Deum

al que asis–

tían las autoridades políticas y el Cabildo

·con todos sus regidores y empleados.

Andando

-el

tiempo, y cuando los Yungas

presentaban ya huertas frutecidas, se intro–

·dujo la fineza de enviar al pariente, o al

amigo, o a la dueña del corazón en platillo

de oro o plata, una naranja dorada o una

lima de Persia plateada, según fuera la

persona obsequiada del sexo feo o del bello

sexo. He una misma casona salían varios

esclavos africanos llevando en bandeja cu–

bierta con tela de lino albeante, hasta seis

platillos con destinos diferentes cada cual,

que el mayordomo o el ama de llaves con

paciencia entregaba a sus destinatarios. El

uso subsistió hasta la guerra del Pacífico,

de la cual la juventud volvió desmedrada

y triste, con pocas ganas de conservarlo.

A los pocos años del evento, empero se

volvió a cumplimentar la gente con aque–

lla oportunidad misma, y acudió a renovar

envíos de buenos augurios empleando el

símbolo del ramillete de flores artificiales,

al que iba prendida la tarjeta con el nom–

bre del o de la remitente m'ás el saludo a

la persona obsequiada, en primorosa cali–

grafía, y con bastante perfume.

Pocos años duró esta moda, porque apa–

recióle cuasi a la zaga la de remitir con

la dedicatoria y el nombre del dedicado

más el del dedicante, todo impreso, ciertos

artefactillos bastante ingeniosamente com–

puestos en cartulina, que al ser desdoblados

o desplegados desarrollaban formas de aves

cual el cisne, la paloma, el águila o el pa–

vo real, o símbolos amicales como el de

las manos que se entrelazan, o una lira pen–

tacorde o un ancla que en v·ez de cadena

traía trenza de cinta de gros muy fina suje–

tando ramito de flores disecadas: "tiem–

blo al pensar que me olvides"; tembleque,

pensamiento y nomeolvides.

En las salas de recibo de fin de siglo,

último, y aún de las principales familias,

aparecían en los muros coleccionados estos

obsequios de año nuevo que, por extensión

los pequeños burgues·es regalaban con oca–

sión de los cumpleaños de sus relaciones

sociales. Desde mediados de diciembre, las

imprentas de remiendos hacían su agosto a

causa de los pedidos que de tales cosas les

llegaban.

A principios de la centuria en curso, di-

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