Llegada la Semana Mayor, y cumplidos
los deberes católicos con la Iglesia, el jue–
ves santo se ayunaba así; por la mañana,
desayuno sin pan y sólo café o té; a las
doce, el almuerzo con mayonesa de paltas
o de pescado en conserva; la sopa de vigilia,
que era de pescado fresco (bogas, kgara–
chis, kgañus, todos titicaquenses) y de os–
tras de conserva, en caldo de aceite hervido
con leche; es decir una anticipada réplica
de la sopa que en los
Hermanos Karama–
zoff,
el ilustre Dostoiewsky, hace servir por
el padre de aquéllos al hijo pródigo. El
plato segundo era de cajón la nogada de
bacalao de Noruega, y si no lo había en
plaza, de
ppappi
que es boga, deshidratada
como el bacalao. El tercero era el ajiaco de
cochayuyo del Pacífico, o del yuyo del Ti–
ticaca, fresco, con papas enteras, huevo
duro y lonjitas de queso tierno, en ají ama–
rillo. El postre era de dulcempanadas, tor–
tillas de harina de maíz, bien mantecosas,
con dulce de manzana o de durazno por
adorno; fruta de la estación, y chocolate
o café con l·eche con tortas del Rosendo o
de Barrón, o de quien fuere siglos antes
de·estos panaderos de época. Desde esto úl–
timo, los paceños iban a las estaciones de
la Pasión, llegaban de vuelta a las siete de
la noche, esperaban a las ocho, y tomaban
la
colación,
consistente en la racioncilla de
compota de duraznos, peras o lujmas, con
bastante canela y clavitos de olor; la taza
de chocolate espeso, con torta, nada más. Al
contar con guarnición militar de fuerzas
regulares, acto continuo las familias, tan
enlutadas como en el día, en corporacÍón
llegaban a la retreta de gala, en la plaza de
armas, mientras las muchedumbres seguían
en romería a los templos para ver los mo–
numentos al Santísimo, y apretujarse en las
puertas. El viernes, se ayunaba también, o
no, según la severidad de las familias, y se
concurría por la tard·e a la procesión del
Santo Sepulcro, soberbio simulacro de en–
tierro; salían las gentes por la noche a la re–
treta fúnebre, donde, la gente enlutada más
que el jueves, paseaba y exponía sus elegan-
cias a la luz del gas o de las lamparillas
eléctricas. El sábado de gloria, se iba a la
hora misma del alba, a la misa de la Aurora,
y de ella se volvía al hogar a tomarse el
caldo de pascua, que era de pavo, y el cho–
colate en que se sopaba la torta de pascua,
de a cuatro tetas en redondo, con harto hue–
vo la masa, herida con clavos de olor, y
agobiada de pasas y tajadillas de corteza
de cidra almibarada. Estas tortas las hacían
a v·eces en formas de suches de tamaños
extraordinarios.
LOS CUMPLIMIENTOS
Para ese sábado y el domingo, y también
en los días lunes y martes subsiguientes ,
de pascua, se visitaba a los amigos y parien ·
tes y se les tributaba el abrazo pascual;
y
cuando no se iba en persona, s-e enviaba en
platillos recatados con paños de encaje, ra–
milletes de heliotropos, o de azucenas o de
miosotis, cada pieza para el efecto con su
r·espectiva tarjeta.
·
Esta cortesía se observaba,
igualmente
en la pascua de Navidad, en cuya Noche–
buena se gustaba de la picana, el famoso
guiso de vaca, gallina y cordero, cocido en
ollones de barro, nuevos y cerrados hermé–
ticamente con mezcla de cal. Se recuerda
el caldillo del guisado que tenía vino tinto
de Madera o de la Rioja española.
OTRAS COSTUMBRES
Han de haberse formado con motivo de
las distintas y restantes festividades re–
ligiosas, y las profanas de los casamientos
y bautizos. Entre las religiosas que calla–
mos, para evitarnos redundancias, la de
Todos los Santos, era algo que movía a la
sociedad paceña de antaño, hacia el Cemen–
terio Público, para adornar las tumbas o
los simples nichos, y en lo que se hacía
verdad~ro
esfuerzo para presentar flores
del trópico, cuales son los jazmines del Ca–
bo, las magnolias mórbidas, las azucenas,
etc., de modo que el día de la conme–
moración de los difuntos,
los cuarteles
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