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ciudad de La Paz se transformó de súbito:

los cuarteles no acababan de recibir las le–

giones de voluntarios; los cafés, los bares y

las calles se poblaban de soldados. Se es–

peraba la salida de trenes para embarcar a

los delensores. Y pasando los días, los co–

ches de los ferrocarriles se llenaron de re–

servistas, y todo el movimiento urbano es–

taba saturado de las emociones de la guerra.

En el año 1932, se sufrieron los prime–

ros contratiempos. En septiembre cayó Bo–

querón. Ruda prueba- para el pueblo, el

cual constató que, militarmente, no se

había realizado preparación alguna. Su Te·

acción fué desesperada. Propugnábase la

formación de un gabinete de conc-entración

nacional, que no se hizo; el ministerio te–

nía, por el contrario, un cariz acentuada–

mente político. El Concejo Municipal de

La Paz, después de haber estudiado la si–

tuación guerrera, produjo un voto que, sus–

tancialmente, decía: "Declarar que la situa–

ción en que se ha colocado el señor Presi–

dente de la República, frente a la opinión

nacional, le inhabilita para seguir desem–

peñando las altas funciones que el pueblo

le ha encomendado". Esto fué el 3 de oc–

tubre.

Existía, por otra parte, repudio al Con–

greso, por considerarse que estaba dedica–

do a la lucha de la pequeña política, des–

cuidando los desgarrantes intereses del país

en guerra internaCional. Era un clima efer–

vescente, dolorido, en que actuaba el pue–

blo por impulsos indeliberados. Quiso im–

pedir, con el criterio lapidario de que los

representantes nacionales eran políticos an·

tes que patriotas, sus sesiones. Nunca po–

dría hacerse una acusación mayor, y en

tiempo de guerra, a un parlamento. Una

multitud encorajinada, 'ávida de hechos, fué

al palacio legislativo y cerró con herradu–

ras la puerta. Los representantes naciona–

les, llamados a la realidad por la reacción

popular, pidieron asilo a la municipalidad,

donde sesionaron. Era a fines de octubre de

1932.

Mientras una parte de los hombres esta-

ha en el Chaco, el pueblo asistió a un vuelo

de prueba de una máquina de la Panagra,

que tanteaba la posibilidad de establecer

un . servicio de transporte aéreo. Su aten–

ción, sin embargo, residía en la zona de

operaciones militares.

Pero no podía paralizarse la tarea cons–

tructora. Hacía falta una rectificación de

la bajada del río Orkojahuira en el camino

Miraflores-Obrajes, y fué acometida en el

mes ·de abril. Para facilitar el tránsito en el

camino a El Alto, se expropiaron terrenos

particulares situados en el final de la calle

Tumusla. El gobierno clausuró los periódi–

cos opositores de La Paz, que criticaban la

política de guerra, reputándola errada, pa–

ra luego permitirles, después de haberles

irrogado perjuicios, la reaparición. La fies–

ta de carnaval, tradicional en Bolivia, y

particularment~

en La Paz, hubiera signi–

ficado una desconsideración con los que

peleaban y morían: se la suspendió. La ac–

titud del pueblo era de uniforme recogi–

miento. Realizábase, al mismo tiempo, a

iniciativa de los Amigos de la Ciudad, una

colecta de oro para la defensa· nacional;

hombres y mujeres entregaban sus joyas y

sus anillos de matrimonio. Algunas veces,

en la letra de piezas musioales, típicas del

país, se hacía referencia, como censura, a

lqs descalabros militares. Una de ellas, pe–

netrante, denunciaba: "Boquerón abando–

nado, sin ·refuerzos ni comando ... ".

La radiodifusión, que no había sido una

actividad difundida, comenzó con la insta–

lación de Radio Nacional, que recibía ayu–

da fiscal, y después fué ensanchada con

Radio Illimani, a cargo del Centro de Pro–

paganda y Defensa Nacional. En los pri–

meros meses, no pudo prestar al país

servicios efectivos por la escasez de recep–

tores. Su importación en gran escala fué

rápida. ,El progreso de esta industria, que

tiene su c-entro principal en La Paz, fué

empujado por la guerra.

En el año 1933, definida la construcción

de la Avenida Central

y

de los mercados,

se iniciaron los trabajos. Y en junio, ener-

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