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importaciones, como la curtiembre, la explo–

tación y exportación de cueros de diversG

tipo y la fábrica de cerveza. Se implantó,

asimismo, la exportación de la quina en

forma de cascarilla, que ·tenía demanda

en los mercados europeos, y se fundó la

primera fábrica de sulfato de quinina.

De este modo, a pequeñísimos jaiones, se

transformaba la ciudad. Las fábricas es–

taban creando el proletariado; pero, de

otro lado, los artesanos, dueños de su ta–

ller y su trabajo, proliferaban para aten–

der las necesidades urbanas cada vez más

exigentes.

Después de permanecer algún tiempo en

La Paz, el general Ballivián hizo un viaje

por los demás departamentos y luego vol–

vió a la ciudad, donde estableció su go–

bierno. Como derivación de un tratado con

el Perú, hizo demoler la columna edificada

en lngavi. Por entonces, año 1847, fijó

el radio urbano de la ciudad. El decreto

· de 20 de febrero decía, haciendo la demar–

cación respectiva, que los límites e"ran, "ex–

tendiéndose por el lado de Potopoto hacia

el río Orcojahuira, y la confluencia de este

río y el de La Paz, por la parte inferior, y

Antiguo sistema. de transporte mediante carretas tiradas

por mulos.

por la superior en la chacarilla de Caiconi,

inclusive; por el de Sopocachi, hasta la

comunidad de Llojeta, inclusive; por el

occidente hasta los altos de la población,

y por la parte superior del río de la ciudad,

hasta la .hacienda de Achachicala, inclu–

sive". L1>s lineamientos urbanos eran de

Antigua calle del Teatro, en la que pueden verse las

puertas y torre de la iglesia de las Concebidas gue, al

presente ya no existe.

' '

momento; un poco presuntuosos y dilata–

dos; pero allí se involucraba la visión del

crecimiento futuro, la premonitoria intui–

ción de la urbe del porvenir.

Se dividió la ciudad en "ocho cuarteles

o zonas a fin de facilitar la vigilancia po–

liciaria". El motivo era imperioso para el

gobierno: necesitaba mant·ener una mirada

insomne en la ciudad para estar prevenido

de conspiraciones. Desde la sombra se pre–

paraba, con diversa suerte, con impulsos

de entusiasmo y ardimiento y con d·ecai–

miento, una vasta revuelta antiballivianista.

Mucho había durado el gobierno, y sus

formas de acción no fueron demasiado li–

berales. Habían sido sus normas de una

energía extraordinaria y un poder franca–

mente atrabiliario. Y los déspotas y los· dic–

tadores no podían hacer largo gobierno en

esta ciudad.

Doble filo tuvo el censo levantado a la

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