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demoler la Casa de Gobernación, que era

~omo

el sitio donde se reunieron con

l~

espada y con la pluma, los símbolos del

poder real;

y

se empezaba, allí mismo, la

edificación de la casa de Gobierno. En este

cambio había consonancia con el tiempo.

También en ese año se proyectaba, re-

te ritmo se tmnsmitía a todas las localida–

des pobladas del territorio.

Un día del 46 llegaron las pesadas ca–

rretas tiradas por una larga ringlera de mu–

las, y después entraron los cómodos coches,

con los cuales estabiecíase el servicio de

dilig·encias, y se disminuía el tiempo, que

Antiguo Teatro Municipal, mandado construir por el general Ballivián.

juveneciendo la iniciativa de Andrés Santa .

Cruz, la construcción del teatro de la ciu–

dad --que será, con el tiempo, el Munici–

pal- para dar movimiento cultural al pue–

blo; se inauguraba una fuente de bereguela

en la plaza principal; empezaba la cons–

trucción del mercado "Sucre", en la calle

del mismo nombre. Las sendas iban con–

virtiéndose en caminos' de

carr-~tera;

la que

llevaba a El Alto que, por años, había sido

un caminillo serpent-eante por donde iban

las cabalgaduras, los indios, las llamas y

las tropas de acémilas, se hacía ancho, te–

rraplenado. Pronto por él rodarían los ca–

rruajes y las carretas. También quiso Ba–

llivián levantar un Arco de Triunfo en la

Alameda, para recuerdo eterno de la jor–

nada de lngavi, aunque dictado el decreto

correspondiente no llegó a cumplirse.

y

es-

era como disminuir distancias y fatigas. No

debe olvidarse que el siglo XIX es un siglo

d-e cadencia lenta, de pausada actividad.

Las cosas y los hombres eran así: ceremo–

niosos, sin la premiosa- noción angustian–

te con que ahora nos aguijonea el tiempo.

Una sola excepción salía de esta realidad:

cuando el pueblo se atorbellinaba para de-

T

cir, en un seg\'tndo, su voluntad, y luego

volver a sus obrajes, a sus talleres, a la nor–

malidad gris de todos los días.

La preocupación del Presidente por los

caminos, era de mando imperafivo. Dijo,

por ejemplo, al Prefecto de La Paz, que "el

camino que conduce d·e las goteras de esa

ciudad a la Villa de lngavi, debe ser tan

bueno y corriente, que puedan transitar por

él carruajes, allanándose la cuesta de ma–

nera que no ofrezca obstáculo alguno a

ern~

fin". Y la ruta fué transformada.

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