y
sobre esta ti·erra libre "que tanto había
odiado".
Allí mismo, en el campo de lngavi, don–
de renació el país, José Ballivián redactó
el siguiente parte militar:
"A.caba
de
cum–
plir el ejército de mi mando-con el deber
más sagrado que la naturaleza impuso · al
hombre: salvar a su propia patria de la
conquista, de la humillacióiL
y
de la escla–
vitud; en cincuenta minutos de un ataque
impetuoso, en que se comprometieron tres
armas a la vez, hicieron conocer los boli–
vianos que nacieron libres .y que la inde–
pendencia de su patria no será jamás, nun–
ca, arrebatada. A presencia de los dos gi–
gantes del nuevo mundo, el Illimani
y
el
Illampu,
y
sobre los llanos de la ciudad de
La Paz, ha tenido lugar a las doce
de
este
día la. célebre batalla que acaba de poner
a disposición del ejército boliviano a todos
los generales, jefes
y
oficiales, tropas, ca–
ñones, armamentos
y
banderas que el inva–
sor condujo al suelo boliviano.
"Ha quedado muerto en el campo' deba–
talla el general Gamarra; él ha encontrado
su sepulcro en el suelo boliviano que in–
sultó; sobre éste se colocará una pirámide
que sirva de recuerdo a los invasores que
alguna vez pudieran intentar profanar la
tierra sagrada del gran Bolívar".
El campo estaba sembrado de muertos,
heridos y armas. Los soldados; suspendidos
los fuegos, tomaban prisioneros. El botín
era largo e importante. La batalla había
costado al país "seis oficiales y doscientos
ocho soldados y más cuatrocientos treinta y
cuatro heridos". Mientras se atendía a heri–
dos y prisioneros, Ballivián suspendió los
efectos de la ley marcial que había dictado;
sostenía ahora:
"Con el espléndido triunfo
de las armas bolivianas en el campo de /n–
gavi, han desaparecido los peligros que
amenazaban la soberanía, independencia e
integridad de la República".
Efectivamente, se había salvado
el
país.
Allí, a muchos años de las guerrillas y de
la proclamación de la independencia, se
sellaba, con las armas y con sangre repu-
blicana, la real libertad del país. Se res–
tableció su soberanía, como resultado de
una batalla que no tiene parangón en los
anales de la historia patria. Los hombres
que fueron a combatir, desde el primer me>–
mento, fueron del norte; . el suelo que Ga–
marra pisó y empezaba a dominar era La
Paz; el territorio que acordó .anexar al
Perú, ·era el Departamento de La Paz.
Hombres y mujeres de la ciudad y las pro–
vincias habían hostilizado al invasor. Y la
batalla se cumplió a· poca distancia de la
ciudad.
Éste fué uno de los hechos más trascen–
dentales de la vida de Bolivia. Su escena–
rio, sus hombres, su emoción, su angustia
fueron nacionales. Pero la masa a·ctora, la
emoción histórica, la energía de la resisten–
cia y la batalla misma y el ambiente y la
tierra y los hombres, fueron de esta hoya
del Norte del país y de sus provincias.
La noticia de la salvación transmitióse
con celeridad. Dos horas después de la vic–
toria· de lngavi, La Paz, que la había de–
seado con vehemencia, vestíase de fiesta,
1
mientras ·· tos peruanos, encargados de la
autoridad, buscaban la forma d·e hacerse
invisibles. Las campanas anunciaron, con–
vocando al vecindario, la nueva. Las calles
estaban pobladas ahora sólo por mujeres,
por niños y ancianos, pues todos los hom–
bres eran los actores de la nueva estructu–
ración boliviana, cuyos cimientos, con san–
gre, se levantaban en los campos de lngavi.
La gente se abrazaba en las calles, lloraba
de emoción.
Había que esperar al ejército y a su
comandante. En esta hora, la figura de
Calvo no sólo empalideció sino que pasó,
sin color, a planos inferiores; la del gene–
ral Velasco; iba preterida a un subalterno
lugar. Sus sueños de luchador en el te–
rritorio nacional por el dominio del poder
no podían volver ahora, cuando el pues–
lo de todos los militares había estado, sin
excepcÍón ni disculpa, en los campos de In–
gavi. Velasco no había asomado allí.
Cuando
ap~reció
en El Alto el ejército,
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