dero y acordaron que el primero asumiría
la pr·esidencia y el segundo la vicepresiden–
cia. Actuaba de mediador Andrés María
Torrico. Era, al mismo tiempo, un instante
de revueltas y motines. El general Velasco,
depuesto ya, preparaba a un contingente
para defender su pr·esidencia, ajeno al pe-
pasos gigantescos, proclamó, en comicio, a
Ballivián. Pero algo que parecía un hecho
consumado, era que empezaba a no existir
la nación. El nuevo presidente decíalo con
un acierto, más intuitivo que producto de
madura reflexión: " ... la Convención que
oportunamente será convocada, constituye
La Batalla de Ingavi.
ligro internacional. Mientras en varios
puntos del territorio vibraba la campana
de la insurrección, del descontento o la
anarquía, en La Paz había un principio de
serenidad y de expectación, con la certeza
de
la
guerra inminente. Noticias, rumores,
avisos de apresto bélico, inseguridad inter–
na, inestabilidad: todo sumábase en la hora
de la prueba terrible. En Laja, el batallón
5"' de infantería, al mando del teniente co–
ronel Juan Prudencio, desconoció a Calvo
y fué a ponerse a las órdenes de Ballivián,
que llegó a Tiahuanacu. Era el 27 de sep–
tiembre. Allí mismo, José Ballivián decretó:
"Acepto la suma de poderes políticos, con
que me han investido los pueblos, hasta
que, restablecido el orden público, la Con–
vención que oportunamente será convoca–
da, constituya la nación". La Paz, para ha–
cer frente a la guerra que avanzaba a
la nación". Ballivián entraba en La Paz el
3 de octubre.
El día anterior, el
gem~ral
Agustín Ga–
marra, con 6.000 soldados, pasaba la fron–
tera, dirigiéndose a Machaca y Guaqui.
Conocía el terreno: creía contar con ami–
gos, a quienes no había
~sado
de escribir;
pisaba un territorio que suponía ya sujeto
a su dominio.
En La Paz se extendió, como fuego de
pólvora, esta noticia, que era la guerra, el
7 de octubre. Ballivián declaró la patria en
peligro. Dijo, asimismo, convocando a los
ciudadanos: " ... todos los bolivianos es–
tán obligados a la defensa de la patria y a
oponerse a la invasión peruana, sacrifican–
do sus bi·enes y su vida misma". Respondía
el general boliviano en los mismos térmi–
nos que el adversario, a quien conocía de
sobra y cuya doblez y
deslea~tad
había
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