dar al gobierno la devolución de los bie–
nes confiscados al ex-Protector.
Redobló el odio de los gobernantes con–
tra el crucismo, que iba convirtiéndose en
una fuerza poderosa, y los crucistas, sin
desperdiciar la coyuntura, quisieron tentar
la aventura de una revuelta, de una deposi-
El general José Ballivián. óleo de gran tamaño
que se encuentra en el Circulo Militar.
ción de Velasco y sus seídes. Fermín Eyza–
guirre pidió al Prefecto de La Paz, Carlos
Medinacelli, que se pl-egara a la conspira–
ción siendo arrestado y sometido a proceso.
Era jugar con fuego: los civiles y el civilis–
mo no poseían los instrumentos de la fuer–
za para esa tarea, y estaban obligados a
actuar con los militares, servirles como cola–
boradores. Sólo así el crucismo se irguió ro–
busto, en todo el país. El general Agreda, al
mando de sus tropas, se pronunció en favor
de Santa Cruz ellO de junio, y a este hecho
siguieron otros. El Pr·efecto de La Paz fué
destituído, y llevado a es·e cargo fermín
Eyzaguirre; le· siguió un mitin popU:iar, en
que se pidió el cambio de gobernantes, acep–
tando, provisionaJmente, al general Agreda.
Don Enrique Calvo, el cansado anciano, que
Íué vicepresidente en el gobierno crucista,
asumió el mando, pero era una debilidad
T. 11.
política en marcha, incapaz de levantar
un dique al desenfreno de la confusión
que se creaba en el país. Debía esperarse
a Santa Cruz. Mas, con una aceleración
de impulsos, empezó a actuar la intriga
internacional con sus activos instrumentos
oficiales. El general Gamarra, que gober–
naba el Perú, se puso en guardia para
evitar, aparentemente,
d
rétorno de Santa
Cruz y
c~n
él la reanudaciÓn de la muerta
Confederación Peruano-Boliviana. Lo que
perseguía, empero, era anexar, como primer
paso, La Paz a su país. Ef clima de inc-er–
tidumbre y 'anarquía introducido en Boli–
via con el general Velasco
y
sus colabora–
dores y el motivo de aplastar a Santa Cruz,
movieron a Gamarra, quien reunió su ejér–
cito y se mantuvo en plan de campaña, a la
expectativa. Tenía en las manos la autori–
zación del Ccmsejo de Estado para declarar
la guerra a Bolivia.
Estos sucesos acrecían el desconcierto.
Por la frontera gJipeaba la amenaza de la
segunda invasión. Calvo envió un emisario
a Gamarra para a&egurarle que no podía
correr peligro la independencia peruana.
Fracasada la misión, quedaba un solo recur–
so adoptado en las esferas oficiales: dar un
General Ballivián arengando a sus tropas antes
de la batalla de lngavi.
golpe a Santa Cruz, a quien se había lla–
mado. J osé Ballivián movíase en la fron–
tera, comunicábase con sus amigos. Apare–
cía en ·el instante oportuno, cuando el ruido
de un ejército de seis mil soldados casca·
hel-eaba su estrépito en la frontera. Calvo
y
Ballivián se entrevistaron en el Desagua-
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