Chuquisaca al Cabildo. Era, por lo demás,
el más ·legítimo de los fundadores de la
patria. Tanta fué la consternación que, como
un rec{¡erdo fervoroso, se cumplió el de–
creto de 15 de septiembre de 1831: el país
vistió luto durante dos meses. Chuquisaca,
a su vez, llevó el nombre de- Sucre. En las
iglesias, durante díás, los religiosos se refi–
rieron a este suceso luctuoso, y el pueblo lo
sintió como una pérdida nacional.
Empero, la acción realizada, a pesar de
su dinamicidad y multiplicación equivalía
a iniciar, a colocar simples cimientos. El
país de entonces, como es todavía ahora,
ciento diecisiete años después, era un vasto
territorio intocado, con pequeñas islas de
poblaciones, _con una vida austera extraor–
dinaria, y un escenario desmesurado. San-
Puño de oro de una espada del Gran
Mariscal Santa Cruz que se encuentra
en el Museo Histórico Nacional de
Buenos Aires.
ta Cruz y sus autoridades departamentales,
trabajaban efectivamente, con recursos des–
medrados.
Hacia ·el año 31, el país fué conmovido
por otra noticia imprevista, dolorosa: la
muerte del Libertador Simón Bolívar, que
:fué agotándose en la miseria y el olvido,
en Santa Marta. Hiciéronse solemnes exe-
Casaca, espada
y
medallas del Gran Mariscal Andrés de
Santa Cruz. (Museo Histórico Nacional de Bs. Aires).
quias. La gloria llegaba a Bolívar cuando
ya no la nec-esitaba. La Paz, Bolivia y Amé–
rica, estaban movidas por incitaciones pre–
miosas, atenaceantes, de otros problemas;
pero quedó el recuerdo vivo, palpitante,
creciendo, como dijera, en voz de profecía,
el sacerdote indio, "como las sombras
cuando el sol declina".
Suceso nuevo para la población, que
había visto funcionar la Junta Tuitiva
y .
el
Cabildo, fué la reunión del Congreso Ex–
traordinario de 1831, para ocuparse d-e los
asuntos internacionales. La población aten–
dió los debates camarales. En el momento,
Bolivia era un
p~Ís.
con 1.088.898 habitan–
tes; sus rentas nacionales sólo llegaban a
l.
700.000 pesos; se ejecutaba un presupues–
to equilibrado. Santa Cruz había abolido
la "mita". Y en el territorio faltaban brazos
y sobraban cosas por hacer y proyectar.
Poco antes, Bolívar, en una carta fechada
en Guayaquil, decía del gobernante boli–
viano: "El General Santa Cruz ha restable–
cido la paz en Bolivia y se manéja muy
bien a la cabeza de aquel Gobierno". Efec–
tivamente. La mano de la conspiración no
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