Table of Contents Table of Contents
Previous Page  197 / 554 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 197 / 554 Next Page
Page Background

del Prefecto ni el más leve visaje de r·esis-

tencia.

.

El General Gamarra dejó algunos refuer–

zos militares en la ciudad y avanzó con su

ejército a Oruro y Potosí, sin encontrar obs–

táculo. Es sabido que el g·eneral Urdininea,

encargado del gobierno, debido a que Su–

ere se había retirado al campo para curar

sus heridas y preparar su mensaje al legis–

lativo, no pudo hacer frente a la invasión.

La defección d·el general Pedro Blanco, con–

tribuyó a ese resultado: en vez de acoplar

refuerzos al grueso del ejército, los alejó.

Había complicidad con el mvasor, y co–

bardía.

El objetivo de Gamarra fué anexar al

Perú el territorio boliviano o, po-r lo me–

nos, el Departamento de La Paz. Observó

la realidad popular antes que militar, y

comprendiendo que era imposible llevar

ad·elante su plan, cambió de táctica: se

ocupó qe ganar gente para su causa ofre–

ciendo ·dinero y, al mismo tiempo, despe–

dazando los cimientos institucionales colo–

cados en el país por Sucre. Especial em–

peño

~uvo

en minar las bases de sustenta–

ción moral, en crear confusión, en dejar

plantadas las semillas de la incertidumbre.

Impuso, de otro lado, contribuciones públi–

cas y particulares ·extraordinarias, y sus co–

laboradores ejecutaron "atentados y extor–

siones en las ciudades". No debe olvidarse

que le correspondía la paternidad intelec–

tual de los primeros motines militares pro–

ducidos en Bolivia, y suya era también la

frenética tenacidad para destruirla como

nación.

Sin embargo, las autoridades que nom–

bró en La Paz fueron repudiadas por el

pueblo que sufría la invasión. Mientras el

grueso del ejército invasor operaba entre

Oruro y Potosí, y s-e entendía con algunos

jefes militares de Bolivia, el coronel Braun

en un movimiento de arrojo, tomó la ciudad

de La Paz. El pueblo esperaba la primera

oportunidad para reaccionar. Lo .hizo uná–

nimemente, aclamó al jefe militar y s-e con–

fió a él para ser

c~nducido

a la lucha. Se

formaron batallones; los voluntarios ·eran

todos los hombres, que demandaban un

puesto en las filas y un arma.

Frente a la mar·ea de indignación popu–

lar, que cundía en el norte del país, donde

podían ser cortadas sus comunicaciones,

Gamarra vió que era preferible abandonar,

de momento, su temeraria empr·esa. Firmó

el ajuste en Piquiza imponiendo condicio–

nes de vencedor; obligó a que se aceptase la

renuncia de Sucre y que una asamblea re–

visase la Constitución. Antes de salir de Bo–

livia, a fines de julio del año 28, se con–

quistó algunos amigos que no tardarían en

aparecer en el esc'enario político.

La prq.eba servía para plantearse, en

lo interno, una nueva necesidad: la de sa–

ber defender la frontera y diferenciar a

los amigos de los enemigos de la República.

El pueblo· exp·erimentaba una desazón

intransigente, desde cuando tuvo que mos–

trar hostilidad abierta, repudio irreprimi–

ble al invasor. Estaba naciendo, al golpe

violento de la adversidad, el sentimiento de

patria, que anteriormente había sido abs–

tracción ideal y que ahora iba conformán–

dose en su mejor definición: "un amor que

odia". Inerme como se hallaba, el pueblo

no podía ir sino al

sacrifici~

deliberado e

inútil. Quiso luchar.

¿Cómo~

Quisieron lu–

char también otros pueblos del país. ¿Con

qué armas, con qué pertrechos? La invasión

J.e sobrecogió y le desorientó. Sabía, con

Ja dura constatación de los hechos, que ha–

bía sido humillado. ¿Quiénes eran los cul–

pables de ese acto de sumisión, quiénes los

que no intentaron siquiera, como era su

deber, un movimiento de resist·encia? Cuan–

do estuvo presto para la pelea, el enemigo

se alejapa. Las explicaciones que pudieron

darse no eran bastant·es para satisfacer a

nadie y menos al pueblo, que ya poseía

una incontrastable sustancia patriótica.

151

No se habían definido aún las conse–

cuencias lógicas e invisibles de la invasión,

cuando dos sucesos producidos en el pueblo

de La Paz, desviaron su atención: las ar–

querías que existían junto a los portones