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ron sus últimos acuerdos. Poco después fué

disuelto.

A

medi~dos

del año 26, antes de que

Bolivia tuviera un año de vida republica–

na, llegó a La Paz una noticia placentera·:

el Perú, como antes lo había hecho Buenos

Air·es, reconocía la

independencia-.de

Boli-

Fachada, reloj, campanario

y

muro frontero de la

iglesia de Nuestra Sra. del Loreto. Edificio que fué

sucesivamente Convento jesuíta, Templo católico, Casa

de gobierno, Universidad, prisión de Estado, Parla–

mento

y

que a fin del pasado siglo fué derruído para

dar lugar a la construcción del actual Palacio Legislativo.

via. Las objeciones del Libertador queda–

ban salvadas, una vez que hizo residir en

la voluntad de los legisladores peruanos la

efectiva emancipación boliviana y su ingre–

so a la vida democrática. Él mismo las ha–

bía obviado con el decreto de 18 de mayo

de 1826, firmado en Lima y enviado a

Bolivia conjuntamente con el proyecto de

Constitución de presidencia vitalicia. Se ha

Antigua calle de los cuarteles.

subrayado que la voluntad de Bolívar no

era un obstáculo: los próceres no podían

inclinar las pref.erencias populares. Pero

la del Perú era una muestra amistosa

y

cordial, y se la celebró al mismo tiempo

que el 16 de julio. Los festejos tuvieron un

resalte apropiado. Comenzó, de esta mane–

ra, a rendirse tributo a los hombres de la

revolución del año 9, reconociendo que con

ellos se inició la gesta emancipadora. El

pueblo salió a las calles, que eran su domi–

nio, y en ellas exteriorizó su contento; re–

cordó a sus héroes y encontró, a flor de

labios, un vocablo: ¡Gloria! Fué en la masa

popular que se inició la glorificación de

los protomártires.

Lo que acontece, no registrado por la

historia, ·es, hay que subrayarlo, resultado

de la inquietud del pueblo, fuerza incon–

trastable y motor de la vida ·urbana, que tra–

baja, que choca contra intereses en pugna

y

luego se retira a la vida pacífica, en una

vocación permanente de heroísmo

'y

des–

prendimiento. La .vida y la historia de La

Paz no sólo estaban hechas por lo que trans–

curría en las oficinas y en los salones;

también se urdía hondamente en las inquie–

tudes, anhelos y rebeldías del pueblo, de su

clase media y de sus artesanos. En estos

factores residía la energía social para en–

cauzar la República, que todavía no estaba

afianzada.

PRIMERA ENCRUCIJADA: EL MOTíN Y LA

INVASióN

El general Sucre, aclamado pór todos,

solicitado por la representación nacional,

gobernaba

el

país. Había quedado, tam–

bién a pedido del Congreso, una parte de

la división colombiana, para sostener el or–

den y afirmar la República.

El presidente se entregó a la organiza–

ción del naciente país, suprimi·endo la al–

cabala, estableciendo la educación, form{¡.

lando el presupuesto, creando casas para

rescatar minerales, haciendo la división del

territorio en departamentos, provincias . y

cantones e imprimiendo a cada uno de sus

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