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de indiferencia, encauzaba los hechos y les

daba un rumbo estrictamente republicano.

La insurrección, la sublevación y el mo–

tín militar continuaban dando frutos. En La

Paz, el comandante Luis Castro se negó a

entregar las fuerzas de su mando al coro–

nel Francisco Anglada. Era partidario de

P·edro Blanco; y Blanco, de Agustín Ga–

marra. Salió de la ciudad conduciendo su

batallón de 700 plazas; pero la tropa, de–

feccionada en Ventilla, regresó y se puso

a las órdenes de las autoridades. Alguno·s

complicados en este suceso se hallaban pre–

sos. Octavio Murillo, peruano, con un grupo

de sublevados, atacó el sitio de la prisión

con el fin de ponerlos en libertad. Fracasado

el intento, los cabecillas pretendi·eron huir,

pero fueron detenidos. Un consejo de gue–

rra condenó a cuatro promotores de la su–

blevación, que murieron fusilados.

Otro resultado de la invasión: r·eunióse

en Chuquisaca la Asamblea convencional,

llamada

convulsional

por su obra destruc–

tora. Nombró presidente al general Pedro

Blanco y vicepresidente al general Ramón

Loayza. La mano de Gamarra aparecía allí

sin disimulo. Poco duró ese gobierno pe–

ruanista. El coronel Armaza y los tenientes

coroneles José Ballivián y Vera lo tumba–

ron. Era el 31 de diciembre del 28. En la

noche moría Blanco, en un· .episodio que

en vez de ser aclarado ha sido confundido.

El general Velasco volvió a la Presidencia,

retrotrayendo las cosas a su estado primi–

tivo. Disolvió la "convulsiona!'' asamblea

y declaró nulos sus actos: uno de ellos era

su propia presidencia interina. Llamó a

Santa Cruz para entregarle la

presid~ncia.

Al ingresar al nuevo año, el país estaba

excitado, sin orientaciones, en un creciente

desconcierto. Cara se pagaba la defección

de los generales y coroneles que no quisie–

ron combatir a los invasores. En La Paz,

"a raíz de la renuncia del Presidente Sucre

y del interinato de Velasco, las pasiones se

agitaron en un torbellino de·ambiciones que

al no ser satisfechas hicieron peligrar en

más de un momento el orden público". Mas

las ambiciones no eran del

pue~lo, ~iempre

generoso y desinteresado; el pueblo se man–

tenía alerta, dispuesto, si llegaba el momen–

to, a volver a las armas para darse paz,

oportunidades de trabajb y progreso.

Llegaba, de nuevo, Andrés Santa C.ruz, es–

ta vez en calidad de Presidente de la Re–

pública. Volvieron hacia él las esperanzas

colectivas y las miradas populares, seguras

de no ser defraudadas. Hizo su ingreso, en

medio de aclamaciones apoteósi.cas, el 19

de mayo de 1829. Obsesionado por la suer–

te del país, pasó casi rozando los home–

najes. Era, después de Sucre, el primer

presidente que quería llenar su responsa–

bilidad a conciencia, sin escapes ni sutile–

zas. Significaba freno al torbellino, a la

anarquía, a la disoluci§n; porque es obvio

repetir que, en esta primera etapa de la vida

boliviana, muchos factores, conjuntamente,

se concitaron contra su existencia.

El nuevo Pr·esidente afirmaba:

"Com–

prometido por los clamores de mi Patria

a consagrarle mis servicios, he tenido

la

sa–

tisfacción de entrar en esta ciudad el 19

del presente. Obligado desde aquí a no pen–

sar sino en

la

salud pública, me he encar–

gado de la Presidencia del Estado, previo

el juramento de estilo".

Agregaba:

"El es–

tado político y civil de

la

nación necesita

no ya sólo de una regener_ación, sino de su

creación misma, en vista de los inmensos

vacíos que hay que llenar, para darle una

sólida existencia".

Reconocimiento explíci-

to de la realidad: había que crear una na-

ci~n.

·Los primeros años habían sido de

sistemática destrucción, acusada y recru–

decida por la invasión militar. Santa Cruz,

en cuyo favor se firmaban actas populares

aclamándole como mandatario, no se hacía

ilusiones. Escribió a uno de sus amigos:

"La Hacienda es un caos de miseria. Los

ingresos están cobrados medio año antici–

pado, y al ejército se le debe medio año;

y para atender a los reclamos suyos, no he

encontrado en arcas un solo peso. Por su–

puesto, ni con qué pagar imprenta, fusiles

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