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JOSE MEJIA VALERA

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'•

He aquí, entonces, esta primera etapa matrimonial, cu–

yos comienzos se pierden entre la brurr

..a infinita del pasado,

y

cuya culminación se

man:~

por la positívidad del Derecho

Materno, ampliamente comprobado con los cuadros de pa–

rentesco y su

int~rpretacion,

que corren en anteriores pági–

nas.

Este estudio social es interesantísimo, porque de él sur–

ge la organización definitiva del Ayllu. Antes del reconoci–

rniento de la filiación materna existía una vinculación hori–

zontal, con:o ya lo he verificado y expuesto;. Era una

ver–

dadera amorfosis social donde solamente

resaltaban los

grandes renglones de las generaciones. Fué natural que, a

falta de otro elemento de comparación, .la línea filial se to-·

tnara en estos grandes esbozos, concadenados por la crono–

logía de Jos nacimientos, entre los reputados padres ·

y

los Ila–

rnados hijos. Más tarde, por la exclusión matrimonial de los

hermanos uterinos, y luego los colaterales, la división hori–

zontal se trueca en una diferenciaciór.- vertical. Ya existe un

e!emento constante que permite la estabilidad de esta línea

a~cendente-descendente

y que engendra al Ayllu en su for–

ma arcaica. Veamos como: Los hermanos uterinos, hombres

y

mujeres, se excluyen mutuamente,

~e

las relaciones sexua–

les. El hombre, entonces, tiene que buscar mujer entre las

personas que descienden de otra madre.

Se presenta, como se vé, la sit.uación de una serie de hi–

jas, de una misma madre, que son solicitadas por hombres

t1Ue

ya no son sus hermanos uterinos. Fácil es comprender que

durante el parentesco por generaciones

ya

vivía, en gérmen,

la consanguinidad por la madre, por que ésta, a pesar de que

ronsideraba a los hijos de sus hermanas

y

hermanos como

suyos por los · deberes maternales

ineludibles podía di-