clel suntuoso palacio,
portando
sus makanas claveteada:) de oro,
i
luciendo las túnicas más visto-
sas.
Adelantaron con paso mar–
cial i mesurado,
tratando de si·
lenciar hasta los pies.
Se colocaron
a úno i ótro
lado del Usnu,
ahora enorme i
alto, de granito, que a pocos pa–
sos del palacio aguardaba, acol–
chado de pieles
i recubierto de
finísimas i ricas telas, a la perso–
na imperial. En el piso se exten–
dían beUas pieles
de pumas i
otros animales feroces.
El Umu parecía así, en a–
quella hora,
un dosel
sagrado
que esperara a Dios.
Un príncipe de la casa im–
perial, 'llevaba el Súntur Páucar,
el sagrado emhJ.ema del Imperio,
eterno e invencible, con qos sie–
te coloree
del Iris,
flecado de
oro i coronado de eecojidas plu–
mas por su color i suavidad.
Junto a él iban otros prín–
cipes portando
amplios plume–
ro~'
que
haciendo el
oficio de
quitaso! , aumentaban
la majes–
tad del sagrado emblema.
Detrás aparecieron
las ar–
mas del Emperador,
en manos
de Capitanes inE:ignes; armas in ·
victas a través del tiempo i del
espacio .
Lu ego apareció
la Napa.
hermosa ui1cuña blanca, cubietlta
de un manto rojo i con moñete
del mismo color; animal sagrado
que precedía de inmediato el pa–
so del Soberano.
Nimbada de gloria i de su–
gestiva leyenda, se recortó la al–
ta silueta del más famoso de les
Emperadores da T ahuantinsuyu.
Con el champi, o cetro de
oro, en 'la mano
derecha, ade–
:Jantó [demnemente el Empera–
dor Huaina Kápac.
Leve murmullo
de adora–
ción i de saludo se extendió por
todos los ámbitos de ·la inmensa
plaza.
Inclinados los nobles exten–
dieron los brazos
en actitud
ri–
tual, mientras
la emoción gan.'t–
ba los corazones de -aque1h-mul–
titud esplendente,
que " la luz
"'
11
-,oreante de la mañana, seme–
jaba extraña floración
de
hom–
bres, de dioses i de cosas.
Seguían
al Monarca,
las
Coyas
i suntuosa
comitiya de
akllas i de ñustas;
de amautas,
haráhuecs, i los más esclarecidos
Capitanes que formaban
el
Con–
·sejo del Emperador, con sus tú–
nicas resplandecientes de oro i
de piedras, adornadas de dibujos
de p ivísimos colores, mostrando
ya el kúntur,
el
puma o
el
ja–
guar; e'l llama
o el huanaku, la
alpaka i la uikuña, o el pato
i
las aves
del mar o de
la tie-
rra ..... .
Entretanto en Ku!lipata,
la
plaza de
la
alegría ,
inmensa
multitud también
se había con–
gregado: era
el pueblo que sin
ser de la nobleza, era de .Ja Ra–
za generadora
de
T
ahuantinsu–
vu; pueblo del
Sol, que sinem–
bargo no podía sino sentir, des–
de respetuosa distancia,
la pre–
f'encia
del Hijo
predilecto de
Dios. Con ellos estaban también
los Reves i los más ahos Kura–
ka!", Se.ñores de las grandes Mar–
ka~
·