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-31-

vostros al ver la turbación de la

Coya.

Pero pronto se fue

olvid.am·

do el presagio,

ante el esmero

de

Ku~lcu,

la mamakuna.

1 para terminar

el tocado,

un akila colgó

cobre los hom–

bros de-

su

Señora, hermosa llic–

lla azul

de uikulla,

con áurea

flequería i brillantes dibujos, con

grandes tupuG,

prendedores cu–

yas cabezas

semejaban

águilas

imperiales.

Rahua

Okllo

se miró

por

última vez en el espejo bruñido

de plata, que le dijo .cautivado–

res secretos,

i se sintió fe!.iz de

ser en Kosko la Coya más ama–

da del Emperador.

Viéndola alegre e insinuan–

te, Kullcu exclamó

con smcera

emoción:

-Oh, mi

Señora:

eres tan

bell a C'Omo un rayo de

Sol de

lntip Raimi! . . . .

. .

Mama Rahua

sonno, i to–

das

la miraron

rebosantes de

dulce felicidad ..... .

Todo el mundo se prepara-

-

'

ha así para la excelsa fiesta, cu–

ya fama se hahía trasfon:nado en

leyenda hasta lG>s

úLtimos confi–

nes dd Imperio.

Entre¡ anto por laderas i co–

lina.s se derramaba el hormigue–

ro humano de todos los mitma–

ccuna, forasteros i pueblü bajo,

que en la

semioscuridad

de la

azulosa mañana abandonaban sus

chuk1las

e

improvi[ aban

peque–

ñas i grandes posadas, desde las

cuales poder

observar cómoda–

mente aquella

fiesta maravillo-

sa.

-Esta es mi misma posada

del Raimi pasado,- exclamó J\lir–

kai.

-Qué bien se ve desde aquí

la Aukaypata,- dij

0

Kispi en voz

baja . ... .. - Ya

van

llegando

los nobles ... .

-Parecen- sombras

en mo–

vimiento,-agregó Rauraymana . ..

Ñírkai miró la ciudad, i lue–

go volvió

a exclamar

en voz

baja:

-Oh Inti: proteje

a nuestro

lnka. i a la Ciudad.