CAPITULO V
Aquel día $e inició el Raí-
'
,.
mi con un ayuno muí nguroso,
que tilebería durar hasta poner•
se tren· veces el Sol.
Por todas las calles de Kos–
ko comenzaron a salir todas las
gentes de los
diversos pueblos
que no eran kechuas; pues sola–
mente aquel
pueblo
de linaje
real, era el que realizaba las ex–
traordinarias ceremonias con que
sus Hijos predilectas iban a glo–
rificar al Padre
de la Raza ; el
resto de población de Ja inmen–
sa Ciudad, tenía que
mi~ar
desde
lejos, desde
las colinas i cerros,
aquel
grandio~o
ceremonial,
ja–
más igualado por
algún pueblo
del Mundo.
Las ml.!jeres con niños tier–
no.s, que pudieran 11orar, i rom–
per con .su llanto· el augusto si–
lencio que precedía a
la fiesta,
se alejaban también con místico
afán.
Los anima·les
bulliciosos,
i
erpecialmente los perros, estaLan
condenados a ser llevados lejos,
desde donde no
llegara un la–
drido a perturbar la solemnidad
i el !lilencio de Kosko.
Se hablaba en voz baja.
-Pluguiera
a lnti hacernos
llegar venturosos
al final de su
fiesta sagrada .. ..
-Y
o he [,oñado que Inti se
había. enojado,-dijo agorero Tú–
pac Amaru.
-Dejemos de lado los ma–
los · agüeros, i esperemos la di–
cha,- dijo lila Tuka.- lnti es pa–
dre amoroso
para
todos
los
séres . . ... .
La inmortal qudad termi–
nó por sumin:e
en un silencio
de muerte.
Hasta el fuego se había ex–
tinguido, i no volvería a dar vi–
da a los hogares,
sino cuando
él Padre Sol
hubiera
subido a
los cielos de Kosko, para ser a–
dorado de todos sus hijos.
El pueblo
entero silencia–
bá, i desde el Emperador hasta
el último Rechua, no sólo no po–
dían saborear los diarios man–
jares, beber la chicha, ni menos
dormir con
sus mujeres,
sino
que debían permanecer en rigu–
rosa . meditación.
·
Apenas les
era dado sos–
tenerse con
unos
granos
de
maíz
i algunas hojas
comesti–
bles.
La!; mujeres
inmóviles, di–
ríase estatuas
que se hubierar:
petrificado en
actitud meditati-
va.
Nadie podía
aquellos dias
ver al lnka, fuera de rus ñustas