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Kayaukachi,
continuaron frente
al monumental Korikanoha, cuyos
templos p¡¡_r ecían mirar por sc–
bre el cerco
~agrado.
Káhuac In–
ti le tendió los brazoc. musitan–
do una oración.
Luego,
volviendo
al Rei,
que le había imitado
con toda
veneración exclamó:
-Es la Morada del So·!: pí–
dele la alegría i la paz para tu
corazón.
I así continuaron
reveren–
ciando todos
los lugares [·agra–
dos o huakas,
donde
vibraba
dguna emanación de Dios.
De[de su entrada a Kosko,
Káhuac lnti venía
exp·licando:
-Aquí posó Manku después
de vencer a los allkahuicsas ...
En
er.tafuente aplacó
su sed
Mama Okllo .... En aquel cerro
se yergue la forta•leza más gran-
de de todo el Imperio . ... . .
1::.1
joven estaba maravillado
de la
grandeza
de la Sagrada
Ciudad ....
J
viendo la alegría
í
la paz que por
todas partes se
det bc;>rdaba, pensó que sus ante–
pasados
hicieron mur
bien en
someterse
~-in
gu-erras
al Inka,
que por eso ,guardaba a los su·
yos deferencia
e~pecial.
-Káhuac lnti :-•le dijo
emo–
cionado al guerrero-: verdadera–
mente el Hijo de:! Sol es miseri–
cordioso . . . . ¿No es ésta la fe–
licidad que r.e desborda por to–
das partes sin la amargura que
dan las
necesidades
humanas
que no
pueden
sastisfacerr-e?–
¿Cómo entonces
pueden haber
pueblos que requieran las armas
para
~btener
su felicidad? . . . 1
sinembargo,
pudiendo destruir-
los, Sapan lnka no los destruye,
Káhuac lnti
le recordó en–
tonces, con toda veneración, có–
mo los lnkas
procedían. en sus
guerrar de
conquistas, con una
~abiduría
ispirada por la bondad
de su Padre
e~
Sol, quien les
había aconsejado
atraer
a los
pueblos
para civilizarlos,
pro–
bando primero
su misericordia
i
demostrándoles con !'a
vid~
de
los pueblos limítrofer¡ .los bene–
ficios de una vida ordenada i a–
pacible; las
excelencias
de su
gobierno paternal! i [/llave; la
s~.:blimidad de
r.u
Religión; la pu–
reza de su moral;
la sabidurra
de sus leye!: que no permitían la
pobreza i la miseria;
i el amor
del Inka por todos
i
cad~
úno
de sus !:úbditos, para quienes só–
lo buscaba la felicidad
que da
e'l
trabe.jo,
la tranquilidad i el
bienestar.
Le habló con entusiasmo de
las guerrar.
contra los pueblos
obstinados en mantenerse fuera
del Imperio, i aún en ellas, dijo,
e1
lnka se mostraba
mir.ericor-–
dioso, diciendo
a sus capitanes
i ro·ldados:
"Procurad
que la
guerra
sea lo menos dúra posible, por–
que pronto
han de
ser todos
súbditos nuestros. No devastare–
mos, pues,
ni derramaremos la
rangre de los
hombres sólo por
el placer de matar. Que sepan
hasta los confines
del lmpedo,
que el Sol manda
a sus Hijo:>,
tener misericordia de los pueblos
que no comprenden
su misión
de amor i cúvilización."
De ahí
que antes
que
da
guerra, la embajada potadora de