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-24-

Kayaukachi,

continuaron frente

al monumental Korikanoha, cuyos

templos p¡¡_r ecían mirar por sc–

bre el cerco

~agrado.

Káhuac In–

ti le tendió los brazoc. musitan–

do una oración.

Luego,

volviendo

al Rei,

que le había imitado

con toda

veneración exclamó:

-Es la Morada del So·!: pí–

dele la alegría i la paz para tu

corazón.

I así continuaron

reveren–

ciando todos

los lugares [·agra–

dos o huakas,

donde

vibraba

dguna emanación de Dios.

De[de su entrada a Kosko,

Káhuac lnti venía

exp·licando:

-Aquí posó Manku después

de vencer a los allkahuicsas ...

En

er.ta

fuente aplacó

su sed

Mama Okllo .... En aquel cerro

se yergue la forta•leza más gran-

de de todo el Imperio . ... . .

1::.1

joven estaba maravillado

de la

grandeza

de la Sagrada

Ciudad ....

J

viendo la alegría

í

la paz que por

todas partes se

det bc;>rdaba, pensó que sus ante–

pasados

hicieron mur

bien en

someterse

~-in

gu-erras

al Inka,

que por eso ,guardaba a los su·

yos deferencia

e~pecial.

-Káhuac lnti :-•le dijo

emo–

cionado al guerrero-: verdadera–

mente el Hijo de:! Sol es miseri–

cordioso . . . . ¿No es ésta la fe–

licidad que r.e desborda por to–

das partes sin la amargura que

dan las

necesidades

humanas

que no

pueden

sastisfacerr-e?–

¿Cómo entonces

pueden haber

pueblos que requieran las armas

para

~btener

su felicidad? . . . 1

sinembargo,

pudiendo destruir-

los, Sapan lnka no los destruye,

Káhuac lnti

le recordó en–

tonces, con toda veneración, có–

mo los lnkas

procedían. en sus

guerrar de

conquistas, con una

~abiduría

ispirada por la bondad

de su Padre

e~

Sol, quien les

había aconsejado

atraer

a los

pueblos

para civilizarlos,

pro–

bando primero

su misericordia

i

demostrándoles con !'a

vid~

de

los pueblos limítrofer¡ .los bene–

ficios de una vida ordenada i a–

pacible; las

excelencias

de su

gobierno paternal! i [/llave; la

s~.:blimidad de

r.u

Religión; la pu–

reza de su moral;

la sabidurra

de sus leye!: que no permitían la

pobreza i la miseria;

i el amor

del Inka por todos

i

cad~

úno

de sus !:úbditos, para quienes só–

lo buscaba la felicidad

que da

e'l

trabe.jo

,

la tranquilidad i el

bienestar.

Le habló con entusiasmo de

las guerrar.

contra los pueblos

obstinados en mantenerse fuera

del Imperio, i aún en ellas, dijo,

e1

lnka se mostraba

mir.ericor-–

dioso, diciendo

a sus capitanes

i ro·ldados:

"Procurad

que la

guerra

sea lo menos dúra posible, por–

que pronto

han de

ser todos

súbditos nuestros. No devastare–

mos, pues,

ni derramaremos la

rangre de los

hombres sólo por

el placer de matar. Que sepan

hasta los confines

del lmpedo,

que el Sol manda

a sus Hijo:>,

tener misericordia de los pueblos

que no comprenden

su misión

de amor i cúvilización."

De ahí

que antes

que

da

guerra, la embajada potadora de