mas
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vaporosas,
fl'ores perfumadas
mos tonos.
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coronadas de
i
de be]lísi-
Con lentitud armoniosa co–
menzaron .la danza, siguiendo el
compás de la música, levantan–
do rítmicamente los brazos, con
los ojos bajos i con cierta indo–
lencia.
Ya se acercaban o se al eja–
ban, trazando
con los pies las
más bellas figuras i produciendo
en el suelo
mu.sic~
les sonidos.
De pronto la música se hi–
zo vivísima;
·los bailadores ad–
quirieron las .mismas
animacio–
nes de la tonada; sus pies tam–
bién adquirieron
extraña alma,
i una ligereza extraordinaria.
O–
ra semejaban
·los batidores de
·las tinyas sonoras, ora parecían
palmotear en él . suelo ; i, en sus
raudos
giros,
con
.las túnicas
voladoras,
levantados
•los bra–
zos, que marcaban el compás de
la
kachua,
parecían
paJaros
multicolores que volaran batlan–
do.
Cojidos
de las manos los
hombres a
las
mujeres, daban
rápidas
volteretas,
pasando la
cabeza por entre
los brazos,
1
•luego
se separaban,
haciendo
difíciles contorsiones
armonio–
sas figuras .
C~só
la música i los baila–
dores marcaron
la última nota
del baile, con
la misma preci–
sión i maestría.
La sora
siguió circulando
por entre la alegre Corte de Sa–
pan lnka.
Era ya entrada la noche.
De entre las J\lustas se
alz~
Kuyaska,
el
formidable hara-
huec de.l Imperio.
El poeta tenía
la hermosa
faz pá.Jida; vestía
fioísima túni–
ca de Nanaska, primorosamente
labrada de esos dibujos simbóli–
cos propios
de los
nanaskas, i
llevaba la cabeza aureolada con
las flore s del kántut i 1la chihua.
Sapan lnka
l·e dirijió una
dulce mirada. Amaba con espe–
cial dilección
al primer cant01
de sus hazañas i de sus glorias.
Toda la Corte aplaudió al
harálluec,
i luego se
hizo un
profundo silencio.
La Nobleza
de T ahuantin–
suyu gustaba mucho de la mü–
sica, la danza i la poesía, cuyas
artes la conmovían i entusiasma–
ban.
Kuyaska dirijió
los brazo3
hacia el Monarca, en actitud de
reverencia profunda.
Luego co–
menzó a recitar su poema, con Ja
altivez i la emoción digna de su
i'lustre fama.
L:ikuñita de las punas
que cruzaste mi camino,
dejando en mi alma la huella
i el do'lor de tu recuerdo . ...
Apenas diste a mis ojos
la dicha de contemplarte,
partiste, uikuña huraña,
dejándome en soledad.
Desde entonces pena fiera
embarga mi corazón ;
i la Noche no me trae
ni sueño ni dulce paz.
Por ilad'eras i barrancos
te perseguí como un puma
i
en tu busca, suspirando,
me ha sorprendido la Luna.
Ni hambre ni sed por tu culpa.
Como el pájaro serrano
que en jaula de oro se muere,