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tas de las
únicamente
destin~das al Scl, dispusieron los me–
nesteres
para el
banquete con
que el Emperador regalaba a su
predilecto.
·
Acababan
de llegar
lnti
Kusi, conocido
también con el
nombre de Huáskar, lnka Atok.
Huanka Auki, Maita Yupanki,
i
muchos otros nobles, así como
Mama Runtu, madre de Manku
i
Paullu, especialmente invitados
aquella tarde.
En especiales
braceros de
oro bruñido, comenzaron a que–
marse olorosas
resinas,
traídas
de los bosques
de Antisuyu,
i
cierta clase
de
patillos secos,
que pronto esparcieron en el am–
biente un grato perfume.
Laikaska
i Mana Huáñuc,
los más
grandes mus1cos
del
Imperio, iniciaron, con la orques–
ta de )cenas,
antaras,
tinyas i
otros istrumentos de viento, una
canción amorosa, que lentamente
se fue infiltrando en el corazón.
En artísticos
i
costosísimo~;
vasos de oro, se escanció la so–
ra más preciada.
Mama Rahua la ofreció al
!\1onarca, quien derramó un po–
co ofrendándola a Mama Pacha,
la madre Tierra
que todo pro–
duce i sustenta; i luego invitó a
beberla a todos
sus cortesanos,
quienes imitaron a su Monarca.
-lnka
Atau
Hualpa,-diJO
lnti Kusi:-lnti Raimi ha de a!e–
grarse con
tu
presencia.
-1
con
tu nobleza,-respon·
dió lnka Atau Hualpa.
Las l'lustas rodearon al In'"
ka, como que era el predilecto
del Hijo del Sol.
-Kitu
es
hermoso,-dijo
Llampu Sonko, que conocía a·
quel Reino, donde estuvo en la
Corte de Huaina Kápac :- .....
Yo desearía volver ail'lí.
Atau Hualpa sonrió,
i
de–
jando
toda
preocupación, e:x:·
clamó:
-Pero Kosko es más be·
Ilo .... !Kosko !,
la divina Ciu–
dad, corazón donde late el Im–
perio, donde vives
tú, i'lusta,
1
nuestras hermanas, cuya esplen·
dente be1leza es tan grata a mi
corazón.
Comenzó a setvirse el ban–
quete, preparado por manos se–
mi¿ivinas, i en platos i fuentes
de oro i de plata.
Las viandas más
hicieron
las del\cias
dar.
exquisitas
del pala-
Chalku Chímac gustó sqbre
todo los patos
de Kosko, i se
saboreó con el terso rocoto traí–
do de los huertos del Sol.
Kískis no cesaba de prodi–
gar a·labanzas
a
las papas de
los huanukuyus,
que sazonadas
con el más aromático ají de ia
costa, exitaban a beber .Ja sora
preciada de las Akllas divinas.
La Noche fue
penetrando
por las puertas de los palacios,
i entonces
~as
Akllas
encendie·
roñ su lumbre
en el aposento
imperial, en meaheros de oro i
de plata bruñidos.
Los kenistas dieron princi–
pio a la alegría del baile, tocan–
do una kachua llena de movi–
miento i color.
Entonces
aparecieron dos
¡::a-rejas de bailadores, ricamente
ataviadas, con
túnicas polícro-