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-19-

tas de las

únicamente

destin~das al Scl, dispusieron los me–

nesteres

para el

banquete con

que el Emperador regalaba a su

predilecto.

·

Acababan

de llegar

lnti

Kusi, conocido

también con el

nombre de Huáskar, lnka Atok.

Huanka Auki, Maita Yupanki,

i

muchos otros nobles, así como

Mama Runtu, madre de Manku

i

Paullu, especialmente invitados

aquella tarde.

En especiales

braceros de

oro bruñido, comenzaron a que–

marse olorosas

resinas,

traídas

de los bosques

de Antisuyu,

i

cierta clase

de

patillos secos,

que pronto esparcieron en el am–

biente un grato perfume.

Laikaska

i Mana Huáñuc,

los más

grandes mus1cos

del

Imperio, iniciaron, con la orques–

ta de )cenas,

antaras,

tinyas i

otros istrumentos de viento, una

canción amorosa, que lentamente

se fue infiltrando en el corazón.

En artísticos

i

costosísimo~;

vasos de oro, se escanció la so–

ra más preciada.

Mama Rahua la ofreció al

!\1onarca, quien derramó un po–

co ofrendándola a Mama Pacha,

la madre Tierra

que todo pro–

duce i sustenta; i luego invitó a

beberla a todos

sus cortesanos,

quienes imitaron a su Monarca.

-lnka

Atau

Hualpa,-diJO

lnti Kusi:-lnti Raimi ha de a!e–

grarse con

tu

presencia.

-1

con

tu nobleza,-respon·

dió lnka Atau Hualpa.

Las l'lustas rodearon al In'"

ka, como que era el predilecto

del Hijo del Sol.

-Kitu

es

hermoso,-dijo

Llampu Sonko, que conocía a·

quel Reino, donde estuvo en la

Corte de Huaina Kápac :- .....

Yo desearía volver ail'lí.

Atau Hualpa sonrió,

i

de–

jando

toda

preocupación, e:x:·

clamó:

-Pero Kosko es más be·

Ilo .... !Kosko !,

la divina Ciu–

dad, corazón donde late el Im–

perio, donde vives

tú, i'lusta,

1

nuestras hermanas, cuya esplen·

dente be1leza es tan grata a mi

corazón.

Comenzó a setvirse el ban–

quete, preparado por manos se–

mi¿ivinas, i en platos i fuentes

de oro i de plata.

Las viandas más

hicieron

las del\cias

dar.

exquisitas

del pala-

Chalku Chímac gustó sqbre

todo los patos

de Kosko, i se

saboreó con el terso rocoto traí–

do de los huertos del Sol.

Kískis no cesaba de prodi–

gar a·labanzas

a

las papas de

los huanukuyus,

que sazonadas

con el más aromático ají de ia

costa, exitaban a beber .Ja sora

preciada de las Akllas divinas.

La Noche fue

penetrando

por las puertas de los palacios,

i entonces

~as

Akllas

encendie·

roñ su lumbre

en el aposento

imperial, en meaheros de oro i

de plata bruñidos.

Los kenistas dieron princi–

pio a la alegría del baile, tocan–

do una kachua llena de movi–

miento i color.

Entonces

aparecieron dos

¡::a-rejas de bailadores, ricamente

ataviadas, con

túnicas polícro-