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po~ada,
compuesta de regio pa–
laci0 para el Monarca i sus no–
bles;
amplios salones
para
el
ejército,
i especiales habitacio·
nec para los peregrinos. En cu–
ya puerta
el Tampu Kamáyoc,
funcionario de Kosko,
i
su
serv~dumbre especial,
les esperaban
hospitalarios.
En el tampu
nada faltaba
para sociégo
i regalo de todos
los peregrinos.
As.í cruzaTon
los pueblos
de Yuracyacu, Orkopuna, Huai–
llapampa,
Puka .Usnu,
Yutu·
pampa, Kallua, Ayahua<ea, i Kas–
cayunca, hasta
que un día de–
semboc~ron
en el suavísimo va–
lle de Casamarka,
cuyos baños
tanto
gustaban
a
lnka Atau
Hualpa.
Allí se detuvieron el tiem·
Po de un Sol.
Luego reanuda–
ron la marcha,
alegr.esi
espe–
ranzados.
En el fragor
de •la sierra,
unos días bajaban
insondables
abismos ; mientras
ótros, como
un boa
gigante,
zigzagueaban
hasta domar
las ga'rgantas i las
cutnb;res he•ladas.
Al fin , cuando lnti había a–
manecid0 i anochecido cuarenta
veces, sus ojos miraron Kosko,
la Sagrada Ciudad, corazón del
Imperio i orgullo
de los Hijos
del Sol.
Tan luego la divisaron, to–
dos, absolutamente
todos, no·
bies kechuas i capitanes kitus, le
tendieron lós brazos, emociona- ·
dos de adoración
i de respeto,
musitando una plegaria.
-0.0.
Kosko
!,
sag-rada Ciu–
dad: cuida a nuestro lnka, i da
a nuestro espÍritu la
dicha.
alegrÍa
Otros decían:
-Oh Koskol:
que Uirako·
cha, que lnti, te conserven siem–
pre grande i eternamente bc:a.
Kosko
era
adorada como
una de las más
grandes divini–
dades del
Imperio, por
~er
el
hogar del lnka,
i
por sobre to–
do. la Ciudad
del SoiJ, es decir,
la-
Ciudad de Dios.
Así entró en Kosko aa co–
mitiva de
lnka Atau Hualpa,
pc·r
e:I
espdéndido
Camino de
Chincha~·uyu,
cuando el So'l
~53.
camino ya del Ocaso.
Tremendo movimiento am–
inaba
a la enorme ciudad.
La
eufónica lengua de Kosk'o hacía
un murmuilo semejante a las en–
dechas del río, que pasaba ro–
dando para volver jamás.
El ir i venir de las gentes;
el ir
i
venir de los nobles, rica•
mente ataviados, daba a Kosko
la vida más singu1lar.
Princesas con sus túnicas
i
sus llicllas polícromas de finísi–
ma lana de
uikuña, ceñida·s la
cabeza con riquísimo llautu ribe·
teado de oro; a•ltivos príncipes
de paso casi indolente, de túni-
. cas recamadas de argentería, de
oro i de piedrar. preciosas, con
el pelo
recortado
i sostenido
por el lilautu
de diversos colo•
res.;
yanakunas
portadores de
todos los
mandatos;
todo el
Pueblo del Sol,
en fin, era un
enjambre humano, con la alga–
rabía propia
de la vida, en a–
quella ciudad de fábilla, preña·
da de leyendas de divinidad, de
heroísmo~
i
de gloria eterna .