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- f

6-

po~ada,

compuesta de regio pa–

laci0 para el Monarca i sus no–

bles;

amplios salones

para

el

ejército,

i especiales habitacio·

nec para los peregrinos. En cu–

ya puerta

el Tampu Kamáyoc,

funcionario de Kosko,

i

su

serv~dumbre especial,

les esperaban

hospitalarios.

En el tampu

nada faltaba

para sociégo

i regalo de todos

los peregrinos.

As.í cruzaTon

los pueblos

de Yuracyacu, Orkopuna, Huai–

llapampa,

Puka .Usnu,

Yutu·

pampa, Kallua, Ayahua<ea, i Kas–

cayunca, hasta

que un día de–

semboc~ron

en el suavísimo va–

lle de Casamarka,

cuyos baños

tanto

gustaban

a

lnka Atau

Hualpa.

Allí se detuvieron el tiem·

Po de un Sol.

Luego r

eanuda–

ron la marcha,

alegr.es

i

espe–

ranzados.

En el fragor

de •la sierra,

unos días bajaban

insondables

abismos ; mientras

ótros, como

un boa

gigante,

zigzagueaban

hasta domar

las ga'rgantas i las

cutnb;res he•ladas.

Al fin , cuando lnti había a–

manecid0 i anochecido cuarenta

veces, sus ojos miraron Kosko,

la Sagrada Ciudad, corazón del

Imperio i orgullo

de los Hijos

del Sol.

Tan luego la divisaron, to–

dos, absolutamente

todos, no·

bies kechuas i capitanes kitus, le

tendieron lós brazos, emociona- ·

dos de adoración

i de respeto,

musitando una plegaria.

-0.0.

Kosko

!,

sag-rada Ciu–

dad: cuida a nuestro lnka, i da

a nuestro espÍritu la

dicha.

alegrÍa

Otros decían:

-Oh Koskol:

que Uirako·

cha, que lnti, te conserven siem–

pre grande i eternamente bc:a.

Kosko

era

adorada como

una de las más

grandes divini–

dades del

Imperio, por

~er

el

hogar del lnka,

i

por sobre to–

do. la Ciudad

del SoiJ, es decir,

la-

Ciudad de Dios.

Así entró en Kosko aa co–

mitiva de

lnka Atau Hualpa,

pc·r

e:I

espdéndido

Camino de

Chincha~·uyu,

cuando el So'l

~53.

camino ya del Ocaso.

Tremendo movimiento am–

inaba

a la enorme ciudad.

La

eufónica lengua de Kosk'o hacía

un murmuilo semejante a las en–

dechas del río, que pasaba ro–

dando para volver jamás.

El ir i venir de las gentes;

el ir

i

venir de los nobles, rica•

mente ataviados, daba a Kosko

la vida más singu1lar.

Princesas con sus túnicas

i

sus llicllas polícromas de finísi–

ma lana de

uikuña, ceñida·s la

cabeza con riquísimo llautu ribe·

teado de oro; a•ltivos príncipes

de paso casi indolente, de túni-

. cas recamadas de argentería, de

oro i de piedrar. preciosas, con

el pelo

recortado

i sostenido

por el lilautu

de diversos colo•

res.;

yanakunas

portadores de

todos los

mandatos;

todo el

Pueblo del Sol,

en fin, era un

enjambre humano, con la alga–

rabía propia

de la vida, en a–

quella ciudad de fábilla, preña·

da de leyendas de divinidad, de

heroísmo~

i

de gloria eterna .