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-30-

sujeto por áurea cadena, se des–

tacaba sobre

su pecho la ima–

gen del Sol hecha del oro más

puro, i obra de T Úpac Amauta,

el

orfebre divino que había re–

tocado

últimamente la

imagen

de lnti,

i había

aumentado el

esplendor de

los regios i sacros

jardines con plantas, flores, ani–

males i estatuas tan llenos de vi–

da, que a·l verlos, el lnka i to–

dos sus nobles

quedaron mara–

villados.

Pendiente de finísima cade- ·

nilla de oro,

le colocó la Coya

Kusi Rímay, su konopa, talif.mán

que libraba de toda desgracia i

del espíritu

de Súpay (el Dia–

blo) ;

i que

consistía

en una

bolsita con una

esmeral'da que

figuraba la Luna.

-

1

como final de tocado, e–

charon sobre sus hombros la ya–

kolla,

o manto real,

de color

sangre,

en cuyo tejido

i dibu–

jos, que teprerentaban dioses i

extraños séres,

se esmeraron las

Akllas, servidoras solamente del

Sol.

Las Coyas vistieron asimis–

mo áureas vestiduras. Mama Ra–

hua Okllo, favorita del Monarca,

vistió aquella madrugada el ak–

~ u.

o falda, de tocapu, finísimo

tejido hecho de anchas fajas de

esmerados -dibujos de colores de–

tonantes sobre fondo sangre, en–

tretejido de oro, que se desbor–

daba es flequería

de gUsanillos

que al andar

producían aJegres

sonidos.

Un aklla le sujetó las usu–

tas con bellar• cintas entretejidas

con hilos

de oro, que

cubrían

.las pantorrillas. Bellísimas perlas

adornaban .Jos dedos, engastadas

en áureos anil1os.

Anchos brazaletes

ador.na–

ban sus brazos, i a

~\U

cuello en–

r oscaron

la~·

más

graciosas gar–

gar..tillas de perlas i piedras pre–

cio~as,

entre

las que pendía de

argéntea cadena,

la imagen de

la Luna, hecha

de la plata más

pura.

Con delicados peines i hue–

cesillos pulidos, le arreglaron el

cabello, negro como la Noche,

i

bellamente ondulado; le ajusta–

ron las sienes

con el l!autu de

oro, i colocaron

en sus orejas,

grandes pendientero, donde el bu–

ril había

grabado

caprichosos

dibujos.

-

Mirándose en el espejo, di–

jo en voz baja:

-Quiero las ojeras más pro–

nunciadas.

El aklla volvió

a sacar la

bolsita con antimonio, i el esfu–

mino, i dió a los

ojos un mirar

misteriosamente bello i divino.

En los numerosos anillos de

los dedos, brillaban esmeraldas,

topacios

i

otras piedras preciosas.

-Falta el anillo

que heredé

de mi madre,- exdamó ..... .

La mamakuna

que dirij1a

el tocado miró aturdida a las ak–

llas, i casi aterrada huyó la vis–

ta de Mama

Rahua, exclaman–

do:

-Mamánchic: perdonarás.

A.–

quí estaba el anillo.

-Es mal agüero tu olvido,–

dijo severa la Coya, dejándoce

poner el anillo.

Todas se estremecieron an–

te

el

olvido i el augurio siniestro .

acentuándose

la palidez de sus