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ravilloso
jardín de
séres
de
cosas.
El Monarca flubió a las an–
das, i seguido de su comitiva i
de toda
aquella
multitud es–
plendente, se encaminó a Kori–
kancha, a invitar a Huaina Pún–
chai
a presenciar
los festejos
con que sus Hijos le estaban re–
verenciando.
Penetró
A docientos
del templo,
calzaron.
en la calle del Sol.
pasos de la puerta
los nobles se des-
Y a en la puerta, los carga–
dores fueron bajando lentamen–
te las andas de Sapan lnka, con
tal suavidad que ni e.l más mí–
nimQ movimiento
turbó su au–
gusta :majestad. Era una estatua
de dios.
Huaina Kápac adelantó se–
guido de su Corte;
sus nobles,
se fueron quedando en el fondo
del templo, mientras él, seguido
de sus mujeres, akllas i ñustas,
se colocó
frente
a
la imagen
del Sol, a quien
reverenció fi–
lialmente.
Unlac Urna
i los innúme–
ros
~acerdotes
le tendieron los
brazos en actitud de reverencia
profunda.
-Bienvenido, Hijo del Sol,
al
temp.Iode Dios, tu Padre,- le
dijo el .sagrado Varón.
El Inka le tendió ligeramen–
te el brazo derecho, murmuran–
do en són de saludo:
-Que Uiracocha i mi Padre
te guarden.
El pueblo reunido horas an–
tes en Kusipata, fue
llegando
también, i pronto
lntipampa, la
Plaza del Sol,
rebosaba de to-
d os los nobles que no eran de la
sangre imperial: de todos aque–
llos que Manku había hecho In–
kas tan sólo por
privile~io.
No
les era dado penetrar en el tem–
plo, pero se sentían dichosos de
acercar:se a sus muro!!..
Un ambiente olororo de re–
sinas quemadas
por
las ak1!as
divinar:, precedió luego al sacri–
ficio !'aRrado.
Cuatro
uíllacs sostuvieron
en pie
al huahua, es
decir al
llama tierno; el tarpuntay le co–
giÓ la cabeza i le dirijió el noci–
co a la imagen de lnti; entonces
el Uíllac Urna
le abrió el lado
izquierdo, arrancándole
el
cora–
zón, los pulmones
i el hígado,
tan hábilmente,
que el animal
ginuo 1 comenzó a fallecer.
Examinó
las entrañas del
animal
con sumo
cuidado, en
actitud
grave i sclemne ... . . .
Hizo un gesto que presagió mal
agüero;
i era , que
el corazón
presentaba una
herida, lo cual
era presagio de temidas desgra-
c1as.
Ordenó entonces traer una
llama machorra, la cual fue co–
gida de igual manera.
Uíllac Urna
ie desgarró
el
mismo costado. Mugió el animal.
i en un esfuerzo
violento, casi
arrattró a los cuatro uíllacs, au–
mentando la ansiedad
de toda
la concurrencia; pues el escapar–
se el llama
del sacrificio,
era
también mal agüero.
Pero al fin
un suspiro de
tranquilidad se escapó de los pe–
chos, cuando Uíllac Urna, des–
pués de examinar
las entrañas,
llenándolas de arre con un sua-.,......