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Ho de Adoración i de respeto.
Kosko entero se c;¡tremeció
hasta sur cimientos, p1esintiendo
tan sólo lo que pasaba en
~1
pa-
lacio de Sapan lnka . .... .
El Sol comenzó a encender
en fuego de sangre
la Ciudad
Sagrada, morada de
su
Imagen
i
de sus Hijos, cuando éstos co•
menzaron atravesar
la plaza en
direccián a
sua
palacios.
-Inti se ha puesto rojo
1-
ex–
clamó
Kusi Hualpa.
Todos- se detuvieron
un
mo-
. mento a contemplar,
asombr.a–
dos, el Ar-tro que tan extraña·
mente ensangrentaba
la Ciudad
Sagrada: les pareció un corazón
de~omunal
que vertiera rayos de
~angre.
Kéhuar Kusi se detuvo un
istanle en la
puert~
de su pala–
cio; pensó
por un momento, i
llamó a su yanakuna.,
i
le dió or–
den de llamar a Huanka Colque,
!lll
Kipu Kamáyoc, su chaski ve–
loz como una flecha; a lnka Man·
ku, su
primo hermano,
i a los
tres nobles: lnti Huaraka, Huai–
na
Ollan~ai
e
lila
Tuka, que de–
bían acompañatle a Tumpis.
lnka Manku no se hizo
es–
perar gran rato. Entró acatmpa–
ñado de Kenti,
i Kori Okllo, a
quien amaba
con delirio
d~...de
su lejana época de yáchak,-
(eS–
tudiante) .
-Que Uirakocha te gua¡:de i
te bendiga, noble hermano,- di–
jo
Manku.
-Lo mismo
te deseo, lnka,·
le contestó Kéhuar Kusi, reci–
biéndolo en el umhral del apo–
sentCt.
Claramente se veía su pre–
mura.
Ya sentados, continuó:
-Quería hablarte antes de
partir.
Bien pudiera ser que ya
no vuelva: sabes
bien que sólo
Uirakocha dispone de
la ·
Vida i
de la Muerte, por consiguiente
de la vida
de los hotnbres. Si
cuando Mama Killa haya enve–
jecido cuatro veces, ya no vuel–
vo, será porque habré muerto, i
entonces no he de volver nunca.
Los extranjeros
son tan aviesos
i traidores. . . . . .
Vendrá~;
pues.
a mi palacio i ampararás a toda
mi familia .....
ju~tos
nos he·
mos educado, paralelamente he–
mos crecido; i sólo tú, oh ·esfor–
zado
i
noble corazón, compren–
des como yo, que
se acerca el
tiempo de morir
en
defem~a
de
nuestro amado Imperio, de nues–
tro lnka i de nuestro Dios. ¡De
mor:r, pero gloriosamente! .....
-Si así lo ha dirpuesto Uira–
kocha, no seremos nosotros quie–
nes retardemos e!'e día,· dijo In–
ka Manku con serenidad.- Fui el
primero en ver el augurio fatal
de Mama Killa, seré el primero
en morir por la libertad
í
la glo–
ria de T ahuantinsuyu.
1
en cuan–
t·o
a
tí, el corazón me dice, vol–
verás, hermano; oorque juntos
veremos el día del
tr;unfo o el
dd
desastre i de la muerte.
1
ámbos ee
estrecharon
en
señal de fidelidad
í
de promesa.
Las ñustas
que acompaña–
ban a lnka Manku, i
la
pequeña
corte de KéhuaT, sintieron hume–
deceree sus
ojos con
las lágri–
mas.
Kori Okllo
ertr~chó
a los