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Todos miraron
al
Üustre
caudillo, que,
a pesar de su
ju–
ventud, había desempeñado
em–
bajadas difícileE; saliendo airoso
en todas ellas.
Efectivamente, todos habían
pensado ya. en
él.
.
Fino, elegante,
inteligente i
audaz, su prudencia e1a tal, que
en las
grandes
dificultades, el
Consejo le consultaba i aceptaba
de plano sus atrevidas resolucio-
nes.
Escojerás mis nobles más
prudentes,· dijo Huáskar,· i pár–
l
irás con el!oc mañana muí tem–
prano. Que el Sol, mi Padre, te
ben.diga,
te dé buen sueño i a–
lumbre
tu camino
i tu corazón
con todo su amor.
Con tales palabras despidió
tol Emperador al más alto emba·
jador de Tahuantinsuyu.
Kéhuar
Kur~
le reverenció
noblemente, despidiéndose de él.
Por sus
nervios subía ex–
traña i lírica emoción.
Por vez única en su vida,
iba a cargarse con una respon–
f.abil'dad
terrible, oscura
i
ex–
trahumana,
pues de
rus labios
pendía la suerte de Tahuantin–
suyu.
Los nobles fueron saliendo.
Estaban también vir.iblemente e–
moc!onados.
Ya en el patio,
rodearon a
Kéhuar, i le colmaron de bendi–
ciones i ·de los más felices augu–
riofl
en su viaje,
i en la misión
terrib1e
i fatal
que
llevaba a
los confines del Imperio.
-Qué Uirakocha ponga· err
tus labios
la sab.duría con que
venzas a los blancos, i te regre·
at. triunfante a nuestro lado,· le
dijo cariñosamente Manku.
-Llevas toda
nuestra
fe
i
eres
la
esperanza del Imperio,·
dijo Kúntur Sahui
al
abrazarlo.
La
vida,
e]
poder, i en
fin
los siglas de heroísmos
i
de g}o–
úas de aquella Raza gigantesca,
~e
iban a ju.gar muí pronto, en•
frentando al coloso kechua, pre·
dilecto Hijo
del Sol,
con esos
&éres extraños., mezcla de ultrate–
rrenos
i
de ladrones vulgares.
Tahuantinsuyu, Kosko, Ko–
rikancha, ¡su Dios
i
su Hogar
1
. .... No consentirían nunca en
que los hollaran aquellos extran–
jNosl
Sus arrogancias de
lnkas,
de amos
i señores del mundo,
brotaron de repente; encend:·e–
ron su sangre brava,
i su cora–
zón se agigantó como en tus más
grandes días de heroísmo3 i de
glorias.
1 de sus pechos comenzó a
fluir
eJ
majestuoso Himno da Jos
t-:mperadores,
como
cuando se
sentían bravos en el
fragor de
las batallas.
Aquel Himno subió a los
cielos como · un incienso e hizo
retumbar la. tierra como un terri–
ble grito de guerra.
Huáskar apareció en la puer–
ta de la
sala
imperial, como una
verdadera divinidad.
' Aque!lla Corte
fas~os
a, \-¡
más fantástica de
la
tierra,
ex.ha:
ló un murmullo incontenibl
e; quese fue extendiendo por los ámbi
tos de Kosko, subió por las la·
deras, i llegó a la Fortalez.1,
.~u
ya guam1c1on
también hizo·
r~ ,
temblar la tierra con su murmu-