• -183-
tud de la más devota adorac;ón.
Pronto
se
oyó la real trom–
petería que anunciaba la presen–
cia del Monarca.
Con su acostumbrada ma–
jt.:~tad
de Hijo del Sol, apa.reció
Huáskar en sue deslumbradoras
andas, rodeado por su Corte de
nobles, de akllas i de ñustas.
Uíllac Urna le esperó en la
enorme puerta del temido tem–
plo.
Los eximios cargadores ba–
jare-n lar: soberbias andas, -con la
estudiada suavidad que requerí:a
la divina majestad de Sapan In–
ka.
Huá&kar se puso de pie,
i
entró
calza.do,como le estaba
permitido únicamente a
ét
como
a
la Coya. Toda aquella multi-
1ud dorada,
le
dirijió loo brazos
en actitud humilde de saludo i
de
respeto.
La
guardia imperial encua–
~ró
a la multitud, juntándose a
los
muros de oro de lnti Huasi.
Y
a
en el usnu,
el
Empera–
dor levantó
el
champi, i UíUac
Uma comenzó la ceremonia.
Con religiosa lentitud un al–
to uíUac asfixió el llama negro,
i' antes que terminara de morir,
le abrió el costado i le arrancó
el
corazón
i
la asadura, que con·
tinuaron palpitando entre
aua
dedos.
Log
entregó a Uíllac Uma,
quien
exprimió la sangre,
i
exa–
minó con
minuci~dad
en
las
entrañas.
· En seguida extendió los bra–
zos, cuajados de brazaletes,
ha·
cia
la
imagen de lnti, i quedó
extático por breves minutos; lue·
go se volvió a Sapan lnka,
i
con
voz poderosa exclamó:
-Hijo del Sol: tu Padre or–
dena proceder con la mayor cau–
tela. Los extranjeros no nos ha–
rán daño de Inmediato; pero
grandes calamidades anuncian
las entrañaJI del animal tacrifica–
do. No obstante lnti, nuestro di–
vino Padre, no ha de olvidarse
de sus Hijos.
El oráculo se extendió por
la Ciudad Sagrada: una lisonjera
t.:!iperanza frente a un oscuro te–
r.1or.
Comenzó a der.bordarse la
multitud de lnkas, Capitanes, A–
mautas, Akllas i J\!ustas, desde
Korikancha hasta el palacio de
Sapan lnka.
·
El Consejo iba a decidir al
fin
el paeo que se daría en tan
críticos momentos.
No se habló ya de atacar a
los blancos que las tropao de In–
ka Atau Hualpa no habían po–
dido de tener.
Cierto era que esos guerre–
ros eran naturales de .los mismos
pueblos donde los blancos ha–
bían osacl"o poner el pie. i nó
los guerreros del eíército pode–
roso de Tahuantinsuyu; pero las
armas de esos hombres extraño!',
habían alarmado· aún a los má·1
bravos.
Ante la única
~!<>lución
or–
denada por el Padre Sol, Kéhuar
Kusi, después de madura delibe–
ración. exclamó:
-Sapan lnka: si place al
Hi–
jo
de,)
Sol i a
su
noble CoAsejo,
yo me ofrezco para ir
a
en're
vistar a los
bla.'l.c.~·