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-178-

reJ.ipe

i de sus compañeros, era

sm1e¡;tra.

1

en vez de mirar al

norte, como

los

españoles, hasta

cegar, contemplaban con la ansie–

dad i la fiebre del perro enfer–

mo, la costa azul de su adorada

tierra i las enhiestas cumbres de

.las cordilleras

que

se

perdían,

detrás i paralelamente a la costa

lejana, en cadena sombría e 'in–

terminable.

Enmedio de semejante de–

!:clación i desamparo, que en o–

tros pechos convida a la frater–

nidad, aún con

los pájaros del

bosque i con las piedras del ca–

mino, sinembargo aqueHos espa–

ñoles, que

tan ~ o~

gustan de hacer

aparecer

como cruzados

de la

Religión Cristiana, rio considera–

ban a 1Jos "indior: ' como herma–

nos: pero ni s:quiera se tomaban

la moler.tia de reparar en su exis–

tencia.

La

Hi~ ~~oria

ni por

gracia

'los menciona

en esta parte: el

heroísmo de la

gleba, no es el

heroísmo: es simplemente un cri-

men.

1

Salta ad

el

contraste: aque–

Mos héroes de la Isla del Gallo,

tan Henos

de fervor

religioso,

por lo que atañía a su persona

predicaban una religión de amor,

pero solamente de amor a la ri–

auerz;a i a la gloria. Fuera de e–

~los,

el , resto de los hombres de

este continente, eran menos que

animales, inclignor. de los Cielos

que ellos

solos eran

dignos de

pisar.

Tal era la crueldad i la ava–

ricia de

1

os conauis!:adores .....

1

así los pobres tahuantinsu–

yus, que !habían hecho la mayor

parte del

trabajo en

la

balsa

que los había trasportado, i que

~es

sostenían con el raro ejemplo

de su energía · i su costancia en

el dolor, V1v1an a su

lado, sin

qqe los echaran

de menos sino

únicamente para los trabajos. E–

ran raros animales incansables.

Enflaquecidos

i casi muer–

tos, los españole,,

tenían ener·

gías, sinembargo,

para fustigar–

los!

· -Sin

Uos

ir.d.os

traidores i a–

levosos',

todo

sería nuettro; i

nuestros sufrimienton habrían ter–

minado,- decían contemplándolos

con desprecio i rabia.

No querían

entender

que

los indios

desgraciados

habían

creado

la riqueza

i sacado el

malhadado

oro de las entrañas

de

la

Tierra, por el cual Jos es–

quilmaban.

Trascurrieron

r.iete

meses

desde la partida

de Tafur. Era

el último día

del último mes a·

quel.

La esperanza había muerto

ya en

!¡US

pechos,

i toda nu de–

sesperación habíase

tornado · en

la más acre

de

la~.

desecpcran-

zas.

Estaban ya

desnudos:

l.os

continuos aguaceros

habían po–

ch·ido su¡: vestidos;

i

eJ

cabello

demasiado

grande,

aumentaba

su a!>pecto

de desolación

de

mtsena.

Hacía rato

que Pizarra se–

guía .con

la

vista un punto negro

que parecía

mover.se

en ..\ con–

fín del horizonte. Pero infinidad

de veces

se había

ad engaña–

do l . . . .

Era imposible que en