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no sentía el menor remordimien–
to por sus ásperos
sufrimientos
m
por su muerte.
Aquellos españoles, a quie–
nes tanto se ha enaltecido como
cruzados de una Religión. hecha
d~
,a¡mor, no lo sentían por
sus
desventurados semejantes de es–
te resto del mundo.
No eran
los cruzados del
Amor; no eran
los cruzados de
la:
Libertatl
i la
Justicia: eran
simplemente
los cruzados de la
Avaricia.
No habían venido a la Amé–
rica a propagar una religión de
piedad i misericordia, ni menos
dest.errador. por amor a la Liber–
tad: su sueño,
su amor, su reli–
gión, era el oro, por
el•
cual esta–
ban dispuestor a jugarse la vida,
cerrando los ojos ante el crimen
i
ante e1 dolor de los Ótros.
Entre esos de. arrapados no
hubo un mártir
ni un héroe de
la, Libertad. Todo su valor i su
lemeridad
de caballeros andan–
tes, más grandes que
~ ·us
pena–
lidades i sus
desgracias, nacían
i
~·e
superaban en la persecución
i a la vista
del oro, el mágico
imán que los
atrajo a
las pla–
yas de América.
Ninguno se ,aventuró por los
campos de Montiel, hacia lo des–
conocido, en busca de entuertos
para desfacerlos, i sinrazones que
destruir. La vida de estos aven–
tureros, por más novelesca que
sea, resulta antipática por los fi–
nes a que ellos mísmos la desti–
naron.
No hai en ellos un gesto de
generosidad i de nobleza.
La lucha valerosa de Cuac-
temo "n
con Hernando Cortés,–
era
comentada
ardientemente
por los colonos de Panamá . T o–
dos alababan
el
heroísmo de
Hernán, i a nadie
se
le ocurría
peru:.ar en
su
a \abada coba.rdía
de haber
ultimado al
valiente
azteca, cuando
rota su espada,
no tenía ya con qué défender-
se.
1
es que
el arrojo de los
españoles,
iba
pareja
con su
traición. Hacían escarmiento con
los pobres "indios", casi indefen–
sos, que mataban como si fueran
hormigas ...... . .
Los "indios"
de
Pizarro,
cósternados,
ni se atrevieron a
l•evantar a su exánime compañe–
ro de infortunio, hasta que su a–
mo gritó con grito amenazador:
-Llévense
al perra
de a-
quí! ..... .
Las pobres bestezuelas co–
jieron
al
desgraciado, de los
brazos i de las piernas, i lo lle–
varon a sus covachas que tenían
en el corral, donde vivían con–
fundidos con los asnos
i demás
animales domésticos.
Aflí le lloraron como por
muerto.
1 lloraron su aibertad para
1>Íempre perdida;
la despiadada
fatiga que no alcanzaba adorme–
cer la caridad
de la Noche; su
eterno
insomnio
que alimenta–
ban
los dolores de
los látigos
del amo; el recuerdo de sus día3
felices, i el amor de sus muertos
por la crueldad del español; la
terrible realidad
de una . vida si–
niestra; su eterna cautividad en
manos
de esos
héroes
de la
Crueldad i el Latrocinio 1. . ... .