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-127-

no sentía el menor remordimien–

to por sus ásperos

sufrimientos

m

por su muerte.

Aquellos españoles, a quie–

nes tanto se ha enaltecido como

cruzados de una Religión. hecha

d~

,a¡mor, no lo sentían por

sus

desventurados semejantes de es–

te resto del mundo.

No eran

los cruzados del

Amor; no eran

los cruzados de

la:

Libertatl

i la

Justicia: eran

simplemente

los cruzados de la

Avaricia.

No habían venido a la Amé–

rica a propagar una religión de

piedad i misericordia, ni menos

dest.errador. por amor a la Liber–

tad: su sueño,

su amor, su reli–

gión, era el oro, por

el•

cual esta–

ban dispuestor a jugarse la vida,

cerrando los ojos ante el crimen

i

ante e1 dolor de los Ótros.

Entre esos de. arrapados no

hubo un mártir

ni un héroe de

la, Libertad. Todo su valor i su

lemeridad

de caballeros andan–

tes, más grandes que

~ ·us

pena–

lidades i sus

desgracias, nacían

i

~·e

superaban en la persecución

i a la vista

del oro, el mágico

imán que los

atrajo a

las pla–

yas de América.

Ninguno se ,aventuró por los

campos de Montiel, hacia lo des–

conocido, en busca de entuertos

para desfacerlos, i sinrazones que

destruir. La vida de estos aven–

tureros, por más novelesca que

sea, resulta antipática por los fi–

nes a que ellos mísmos la desti–

naron.

No hai en ellos un gesto de

generosidad i de nobleza.

La lucha valerosa de Cuac-

temo "n

con Hernando Cortés,–

era

comentada

ardientemente

por los colonos de Panamá . T o–

dos alababan

el

heroísmo de

Hernán, i a nadie

se

le ocurría

peru:.ar en

su

a \abada coba.rdía

de haber

ultimado al

valiente

azteca, cuando

rota su espada,

no tenía ya con qué défender-

se.

1

es que

el arrojo de los

españoles,

iba

pareja

con su

traición. Hacían escarmiento con

los pobres "indios", casi indefen–

sos, que mataban como si fueran

hormigas ...... . .

Los "indios"

de

Pizarro,

cósternados,

ni se atrevieron a

l•evantar a su exánime compañe–

ro de infortunio, hasta que su a–

mo gritó con grito amenazador:

-Llévense

al perra

de a-

quí! ..... .

Las pobres bestezuelas co–

jieron

al

desgraciado, de los

brazos i de las piernas, i lo lle–

varon a sus covachas que tenían

en el corral, donde vivían con–

fundidos con los asnos

i demás

animales domésticos.

Aflí le lloraron como por

muerto.

1 lloraron su aibertad para

1>Íempre perdida;

la despiadada

fatiga que no alcanzaba adorme–

cer la caridad

de la Noche; su

eterno

insomnio

que alimenta–

ban

los dolores de

los látigos

del amo; el recuerdo de sus día3

felices, i el amor de sus muertos

por la crueldad del español; la

terrible realidad

de una . vida si–

niestra; su eterna cautividad en

manos

de esos

héroes

de la

Crueldad i el Latrocinio 1. . ... .